Un sindicato de remiseros provocó graves incidentes en la zona de la terminal

Lanzaron una lluvia de proyectiles contra una agencia de la calle Rivadavia y prendieron fuego un auto. Hubo seis heridos y tres detenidos. Fuertes críticas a la inacción policial.

lunes 05 febrero, 2024

Piedrazos que vuelan, gomas ardiendo, un auto consumido por las llamas, gente con palos en las manos y lanzando gritos amenazantes. A plena luz del día -eran las 15.30- y ante la mirada perpleja y temerosa de cientos de vecinos, la escena se daba este miércoles sobre la calle Rivadavia al 400, en inmediaciones de la terminal de ómnibus de Belén de Escobar.

Así terminaba la protesta que un grupo de representantes de un sindicato de remiseros había iniciado cinco horas antes, en lo que pareció más un apriete que un legítimo reclamo gremial. De hecho, los mismos trabajadores a los que decían representar los repudiaron y fueron los que se llevaron la peor parte: cuatro de ellos fueron alcanzados por las piedras, otro se desvaneció por el humo y una empleada administrativa sufrió una lesión ocular por la astilla de un vidrio que explotó delante suyo. Tras los disturbios, en los que brilló por su ausencia, la policía llegó a los tiros y detuvo a tres personas.

Primer acto: Paro a la fuerza

El sindicato bloqueó durante cinco horas el ingreso a la agencia.

Alrededor de las 10 y media, un grupo compuesto por no más de treinta hombres se instaló frente al local de la remisería Baires para impedir que puedan salir los autos. Al mismo tiempo, cortaron el tránsito sobre la calle Rivadavia de manera tal que la terminal quedó inactiva y el tránsito en la zona se convirtió en un caos total.

A la cabeza estaba José Jaime, secretario gremial de la UCAIRRA (Unión de Conductores de Autos al Instante de Remises de la República Argentina), un sindicato alineado a la CGT que pasó la mitad de sus 12 años intervenido por el Ministerio de Trabajo y que desde agosto tiene nueva conducción.

“Acá trabajan 100 choferes totalmente en negro, que tienen que estar en blanco, con un recibo de sueldo, aportes jubilatorios, obra social para el y la familia y ART como cualquier trabajador. Hoy tienen monotributo, porque si no el dueño de la empresa no los deja laburar”, explicó Jaime, antes de los incidentes, a El Día de Escobar.

“Esto no es un escrache. Es un paro para la empresa. Los compañeros que trabajan dentro de la empresa necesitan que terminemos con un acuerdo. No puede seguir trabajando más en negro”, amplió.

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Segundo acto: Tensión creciente

El vidrio de la agencia, roto a piedrazos por los violentos.

Con el correr de las horas la tensión fue creciendo. A tal punto que casi todos los comercios de la cuadra habían cerrado por temor a que pase lo que finalmente pasó. De pulcras camisas blancas y enfrentados a quienes se arrogaban su representación, los remiseros mantenían una suerte de barrera humana en la entrada de agencia. Cada tanto, alguna de las provocaciones era contestada y hasta hubo una escaramuza con algún que otro golpe de puño.

En la agencia aseguran que a esa altura ya habían hecho varios llamados a la policía, a la fiscalía y a la Municipalidad. “Incluso fuimos al Juzgado de Garantías, pero nos dijeron que si no había heridos no podían mandar a nadie”, contó un remisero.

Increíblemente, una situación de peligro a todas luces latente no contaba con la más mínima vigilancia policial, a pesar de los insistentes requerimientos.

“Les dijimos que acá iba a correr sangre, pero no les importó”, declaró apenas pasado el caos el dueño de Baires, Fernando Sánchez.

Tercer acto: Violencia a discreción

El Bora incendiado por los manifestantes del sindicato.

Minutos después de las 15, los manifestantes más exaltados dieron rienda suelta a sus instintos más hostiles. Empezaron detonando pirotécnica y enseguida encendieron las cubiertas que habían apilado frente al ingreso a la remisería. Muy cerca estaba estacionado un VW Bora, que su dueño se apresuró a correr para evitar que fuera afectado por las llamas. Pero apenas lo sacó a la calle, el vehículo recibió varios palazos y, sin miramientos, se lo prendieron fuego.

Otros choferes alcanzaron a sacar desesperadamente sus coches. Y para esto ya era una lluvia de piedras la que caía sobre la agencia. Algunos de esos proyectiles lastimaron a cuatro remiseros. La humareda después descompuso a otro y a una coordinadora le entró una astilla de un vidrio que también fue blanco de las piedras.

Ante la total ausencia de fuerzas del orden y la perplejidad mezclada con miedo de cientos de testigos, parecía que todo podía llegar a pasar.

Cuarto acto: Policías en acción

Ya habían llegado los bomberos, que con eficiencia lograron apagar el incendio del auto y evitar así su inminente explosión, cuando la policía recién apareció en escena, con el comisario Carlos Vara al mando y disparando disuasivamente pero sin distinguir víctimas de victimarios.

Un remisero con el pie herido es traslado a una ambulancia.

Ahí los disturbios se frenaron y quienes los habían propiciado se dispersaron tan rápido como pudieron. Tres de ellos fueron aprehendidos, pero el resto se escapó.

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Los remiseros increparon con reproches al jefe de la comisaría 1ra por la demora en el arribo, pero no lograron explicaciones del funcionario, visiblemente nervioso ante una situación de desborde que bien pudo haberse evitado.

Por la noche, Vara le dio su versión a este medio, el único que estaba presente cuando se desataron los disturbios: “En la zona estaba el jefe de calle con un móvil. Pero se trataba de un problema gremial. Cuando se produjo el delito actuamos, mientras tanto era una manifestación”, argumentó el jefe policial.

“Actuamos acorde a cómo iban sucediendo los hechos. Uno nunca sabe cómo pueden terminar estas cosas”, se excusó. Asimismo, confirmó que tres hombres mayores de edad continuaban aprehendidos en la comisaría por los incidentes.

Quinto acto: Reacciones

El dueño de Remises Baires dialoga con la defensora del Pueblo.

Al dueño de la agencia le brotaban las lágrimas cuando dio sus primeras declaraciones. “Estoy orgulloso de la gente que tenemos, por cómo defendieron su trabajo. Estos tipos que vinieron son un montón de patoteros, una banda de delincuentes que lo único que quieren es extorsionar por dinero. Lo que pasa es que acá se llevaron una sorpresa, porque la gente salió a defender la fuente de trabajo”, expresó Sánchez.

El empresario también manifestó su indignación por la inacción policial: “Nos sentimos totalmente desprotegidos, no entiendo por qué no protegieron a la gente que está trabajando. Si la policía hubiera mandado gente, acá no hubiera pasado esto. Es una vergüenza”, sentenció.

El episodio también mereció el repudio de la defensora del Pueblo, Rocío Fernández, quien se hizo presente en el lugar tras los desmanes. “Lo que pasó es un espanto. Es indignante el estado de indefensión en que se encontraban los trabajadores frente al hostigamiento patoteril de este grupo de personas, que claramente estaban ejerciendo una extorsión y son una banda mafiosa”, planteó en declaraciones a este medio.

“Acá hubo lesiones, daños y de casualidad no terminó con un muerto. Por eso es necesario que haya una profunda investigación, no solo del accionar de los violentos sino también de la omisión de las autoridades correspondientes que no evitaron los daños sufridos pese a los reiterados reclamos de las víctimas”, exigió Fernández.