Por Sacha Kun Sabò
Sociólogo y antropólogo, director de la Universidad Popular de Escobar.
“La cuestión es atender qué figura de sí misma construye la sociedad en sus olvidos, cuál es el modo específico en el que esa sociedad se concibe y se define, en relación con una memoria edificada sobre una red de olvidos”.
La decisión de la Suprema Corte de otorgar el beneficio del 2×1 a los genocidas perpetradores de crímenes de lesa humanidad en la Argentina marca con más fuerza que nunca que aquellos sectores responsables cívicos del exterminio son los mismos que ahora detentan el poder.
Por primera vez en la historia argentina la derecha conservadora accede al gobierno de la Nación sin la intervención de las fuerzas armadas y sin recurrir a un golpe cívico-eclesiástico-militar, como sí lo hiciera en otros momentos en los devenires historiográficos argentinos. Lo hizo, esta vez, desde el voto y no desde la botas, diría el acervo popular. El pueblo decidió en mayoría que el destino del país era por el camino ya tristemente transitado del neoliberalismo.
No fue magia, entonces, el PRO no ganó, nosotros perdimos, por nuestras propias contradicciones. Así como se pensó que se ganaba sin mucho esfuerzo, tras doce años de conquistas sociales y de profundización de derechos, la “soberviocracia” nos jugó una mala pasada y nos hizo pensar que habíamos ganado la batalla cultural.
El presidente de la Nación, Mauricio Macri, viene marcando la cancha desde el comienzo de su gestión y ya hace un año, en reportaje con la televisión mundial, da como saldada la cuestión del genocidio 1976-1983 minimizando la cantidad de desaparecidos y reinstalando el concepto de “guerra sucia”. Una nueva remake de la teoría de los “dos demonios” que puso en agenda este punto final encubierto y una amnistía solapada hacia los genocidas.
Obviamente, lejos estábamos de ganar esta batalla. Cuando la sociedad toda no incurrió en un sólo grito tribal de protesta, en ese momento u ahora, o con el laboratorio represivo de Jujuy con una diputada del Parlasur como presa política, con represión de maestros o compras de armas para reprimir al enemigo interno, el viejo cóndor vuela de nuevo.
Un claro intento de disciplinar los cuerpos y la construcción de mentalidades de consenso ante políticas antipopulares y represivas a ese pobre que reclama por el retroceso de sus derechos básicos.
¿Cuál fue el armado conservador que logró instalar en la sociedad argentina el olvido al genocidio y después de más de una década de políticas de reparación de memoria, verdad y justicia una necesidad de cambio recesivo?
Pensamos torpemente que las miles de horas de debates, leyes, escritos, publicaciones, políticas institucionales bastaban; bien, no bastaron. Pensamos que todo estaba dicho, que la sociedad argentina había hecho carne los campos de concentración, las desapariciones, las torturas, las muertes, el robo de bebés, los vuelos de la muerte, no fue así.
Como en los más abyectos pensamientos lovercraftianos “el color que cayó del cielo» no fue otro que globos amarillos que intentan nuevamente desaparecer la memoria, la verdad y la justicia.
Las oscuras circunstancias que se dieron cita en la Argentina tal como aconteció en Armenia, Alemania, Argelia, Vietnam quedaron atrapadas en formato de molde medial, sustancia y forma manipulable de reduccionismos massmediáticos que achicó el bagaje crítico de los argentinos. Recordemos solamente cuando el diario La Nación ante la muerte del genocida Massera, lo definió modestamente como un ícono del proceso y un hombre tomado por su propia ambición, eso, solamente eso. Toda una definición editorial.
Los medios no son inocentes entendidos aquí como objeto transicional de la responsabilidad social, en una lavada sesión de psicoanálisis sistémico que reconstruye la conciencia colectiva del ciudadano medio, en un desmemoriado serial, versión edulcorada del exterminio donde la sociedad se ve a sí misma como víctima y no como constructora de genocidios y esto no es más que la teoría de los demonios.
No es la ESMA sino las películas de la ESMA donde se ve la tragedia, en el sillón detrás de la pantalla, seguros y etéreos. Eso le pasa a un otro y es perpetrado por otros. La tragedia convertida en espectáculo, no fueron 30.000 dijo…..entonces, si no fueron tantos, no fue tan terrible, y los militares, esos otros perpetradores, tampoco fueron tan malos, son sólo ancianos terminando sus días el exterminio como categoría cuantificable del horror.
Como Hitchcock en el suspenso clásico sólo fue un sacudón, un pequeño sobresalto, una angustia pequeña, muy pequeña, y volver a Mirta, Feimann, Fantino y Nelson castro cansados hace rato del “verso” de los desaparecidos. Cansados como gran parte de la sociedad, que no se aterra ante los dichos presidenciales, ministeriales y judiciales embriagados de la saturación informativa, los bombardeos mediales y la cosmética reflexión ecuménico -episcopal de cómo construimos un genocidio. El cadáver social de nuestra sociedad en el placard de la desmemoria.
La obturación y el desplazamiento cognitivo de los cuerpos torturados y masacrados, lo indecible, abyecto, lo ominoso. Nuevamente los cuerpos y su dominio o destrucción en términos de Foucault. La nave de los locos.
El presidente apela a una morbosa reconstrucción del pasado, a la despolitización y desideologización teatralizada de la sociedad argentina. Su principal actriz, seguramente futura presidenciable, la gobernadora Vidal, en su patente inocentísimo, eligió un ex campo de concentración, su morada actual, como lugar de la jura de la bandera de los alumnos de la provincia de Buenos Aires en 2016.
Batalla ganada, a medias, la jura terminó, ante la crítica de los padres de los alumnos, en la localidad de Escobar, tierras del genocida Patti. ¿Casualidad? ¿Cómo no vimos llegar este desastre? La sociedad se mantuvo preocupada seguramente en la prohibición de las carreras de galgos, en López y la candidatura de Cristina. Perdimos la batalla cultural acaso porque jugamos para atrás porque Scioli no era nuestro. Seguramente esperando el efecto clamor.
Ahora, la nueva forma de hacer política necesita la inevitable reinstalación de la teoría de los dos demonios para que el imaginario colectivo se vea reflejado en seguir adelante sin espejo retrovisor, donde el globoludo medio y el converso que necesita ser el mejor alumno de la gobernabilidad construya su ajenidad respecto al pasado. Una nueva operatoria de políticas del olvido que vuelva a dejar a la sociedad en un detrás de la pantalla de lo acontecido.
Creímos haber ganando a costa de mucho sudor, lágrimas y sangre derramada. Sin embargo, la historia quedó diezmada en una frase…. no sé si fueron 30.000…. obturando décadas de lucha en un regresismo antediluviano. El 2×1 barrió el tiempo, se mutilaron las luchas sociales y de construcciones de derechos, escondiendo lo no dicho o lo que para la sociedad es indecible o lo que en el genial libro de Daniel Feirstein se propone, que los genocidios son construcciones sociales y colectivas.
En esa estrategia el trípode de ceos, medios y jueces fundamentalistas, comprados o conversos se cubren los vacíos con ruidos permanentes que no son más que vacíos de la mente, el golpeteo incesante de la imagen, la no posibilidad del pensamiento crítico que hace intolerable el silencio reparador de la memoria y así los mentores de la nueva política deseosos de ser buenos vástagos de los inocentísimos Vidaleros construyen una nueva cotidianeidad sin pasado libre de toda memoria.
Las estribaciones del horror nos son mostradas descoloridamente, con fotos impostadas de traje y sin corbata caminando con las Madres pero legislando y debatiendo d0esde la militancia de Facebook en el silencio a aquellos decires presidenciales que justifican a hurtadillas la participación de esas empresas cómplices que hoy están en el gobierno. Diputados opositores de terracota pensando con quién cierran en un año electoral, con duros decires en lo de Silvestre, Navarro o Víctor Hugo y negociando sus tristes sentaderas diputacionales.
De eso se trataba este 24 de Marzo de 2017, de hacer recitales de la memoria lleno de intendentes republicanos con olor a country y dialoguismo innato. El menú está expuesto, torturas, desapariciones, muertes y apropiaciones, montado en un mismo espectáculo donde la felicidad de Los Pericos nos haga pensar que los campos de la dictadura son algo lejano irreal y distante. Ocultando la ecuación lógica irrefutable fáctica que esos mismos campos de la muerte hoy festejados cada “idus de marzo” con estudiantinas intolerables, fueron estrategias de factores de poder, económico social, que crearon las condiciones del golpe y que hoy nos gobiernan.
La licuación de la memoria en tiempos marcados por la imagen, la chusma, y el exceso de la información medial, donde las palabras son huecas de contenido y se desmemoriza el discurso, dirían Güillis y Ángel ¿por qué la memoria dejó de estar en palabras?