Don Antonio Spadaccini tenía una receta exclusiva: alimentaba a los pollos con maíz, los adobaba con especias y finalmente los rociaba con un jarabe hecho de vinagre de vino y aceite de oliva. Luego los envolvía en un papel grueso y los recubría con una fina capa de barro. El resultado tras la cocción era una exquisitez incomparable.
Ese folklore iniciado por Spadaccini en su hotel de viajantes, que estaba ubicado frente a la actual terminal, fue pasando de mano en mano y continuado por Pedro Vallier en su mítico restaurante “El Rancho de Don Pedro”, que marcó toda una época para el turismo, la gastronomía y el folklore escobarense.
Aunque es centenaria, pocos conocen esta pintoresca tradición local. Por eso, este jueves se realizará la Primera Fiesta Popular del Pollo al Barro, para que todos sean parte.
El evento comenzará a las 9.30 y se extenderá hasta las 20, en el Paseo de Artesanos y Emprendedores “Silvina Grierson” (Colón al 500, en la plaza de la estación), con entrada libre y gratuita. Habrá comidas criollas y de las colectividades de Escobar, un concurso de cocineros donde un jurado decidirá cuál es el pollo al barro más sabroso de Escobar, venta de artesanías y shows con artistas locales.
La organización está a cargo de una comisión que integran más de veinte asociaciones civiles y agrupaciones de diferentes sectores, entre las que se encuentran la Cámara de Turismo y el Club Italiano de Escobar, la Biblioteca Popular Juan B. Alberdi de Garín, el Club de Pescadores y la Asociación de Guías de Turismo de Escobar, la Asociación Japonesa y la Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos.
Receta propia
El experimento culinario desarrollado por Spadaccini consistía en alimentar los pollos con maíz, una vez limpios los hacía adobar con variedad de especias y finalmente los rociaba con un jarabe hecho de vinagre de vino y cucharadas de aceite de oliva. Luego los envolvía en un papel grueso, enmantecado, se ataban los extremos y se recubría con una fina capa de barro.
Después de uno o dos días de maceración, se cocinaba en un horno, también de barro, y a fuego lento. El resultado era un pollo glorioso. “Esa fue una ocurrencia mía que me llevó bastante tiempo y bastante trabajo”, admitió quien fuera uno de los primeros pobladores de la zona considerados “importante” por la sociedad.