El arte argentino llega a todos los rincones del mundo. Un claro ejemplo es el de Quique Gurevich, un escultor de Ingeniero Maschwitz que el pasado domingo 9 de julio inauguró su primera obra en un espacio público de Sorges, al suroeste de Francia.
La obra, titulada “le marcheur” (el caminante), representa la figura de un hombre ensamblado en hierro reciclado, que se encuentra parado, con su mochila y su bastón, mirando hacia el horizonte, sobre una base de una piedra de tres toneladas, modelada y pintada como una trufa negra de la región de Périgord.
La escultura -de un metro por 2,70 metros- y está situada sobre la explanada Charles de Gaulle, en Sorges, un pueblo productor de trufas que además es camino a Santiago de Compostela.
“Este proyecto para el espacio público fue encargado por el Maire (alcalde) de Sorges et Ligueux, Jean Jacques Ratier, quien me solicitó una obra que representara el espíritu del peregrino a Santiago de Compostela en su paso por un pueblo productor de trufas como Sorges”, publicó Gurevich en sus redes.
El talentoso escultor nació en Palermo Viejo y hace más de dos décadas se radicó en Ingeniero Maschwitz. Es diseñador gráfico -egresado de la UBA- y hasta 2005 trabajó como docente de la carrera en la materia Morfología.
Como diseñador creó la marca de ropa Animalarte Zoomoda en 2001, trabajó en empresas como Quilmes, Alfaguara y en el Fondo de Cultura Económica, obtuvo premios y muchos de sus proyectos son publicados por revistas y libros especializados de Argentina y del exterior.
Desde 2009 realiza objetos y esculturas ensambladas con madera, hierro y diversos materiales en desuso, como clavos, hierros y alambres, buscando desarrollar distintos modos de expresión visual. Su técnica y originalidad le permitieron un rápido reconocimiento en el campo artístico.
Durante el aislamiento por el Covid-19 produjo una serie de 30 obras en formato pequeño relacionadas con la pandemia, a las que tituló “Carente-ando en el taller”, a través de la cual expresa, con su particular estilo, las sensaciones de aquellos días de aislamiento.
Hace cuatro meses que vive en Francia con su familia y se dedica a dar talleres y a participar de muestras y exposiciones a lo largo del país galo y de otras ciudades europeas.
“Caminar es nutrirse de experiencias y culturas y a la vez aportar las propias. Aquí se cruzan los caminos del peregrino, del arte y del pueblo de Sorges. Disfrutemos este encuentro como un verdadero mensaje de humanidad, de amistad y de paz para el mundo que lo está necesitando”, expresó en relación a su más reciente obra.