Juan Pablo Vergara es hermano del periodista Ricardo Giménez, por cuyo asesinato el ex intendente fue condenado a prisión perpetua. “Me duele su ausencia, podríamos haber hecho un montón de cosas juntos”, afirma, a 42 años de su desaparición.
Juan Pablo Vergara es hermano del periodista Ricardo Giménez, por cuyo asesinato el ex intendente fue condenado a prisión perpetua. “Me duele su ausencia, podríamos haber hecho un montón de cosas juntos”, afirma.
El periodista Ricardo Gabriel Giménez fue uno de los primeros integrantes de la triste lista de desaparecidos de Escobar durante los años 70. Radicado en Loma Verde, tenía 29 años cuando fue llevado de su casa en Congreve al 2000, la noche del 6 de enero de 1976 -a tres meses del inicio de la última dictadura-, y nunca más regresó.
Tras ser torturado, fue asesinado brutalmente y enterrado en una fosa común en el cementerio de Moreno. A 42 años de aquel suceso, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº3 de San Martín condenó el pasado jueves 4 al ex intendente Luis Abelardo Patti (65) a reclusión perpetua por considerarlo “partícipe necesario” del crimen.
“Ricardo militó en política como podría hacerlo cualquier otro. El único problema es que sabía escribir”, sostiene su hermano mayor, Juan Pablo Vergara (73), en una entrevista con El Día de Escobar
que transcurre en la misma vivienda donde Giménez fue visto por última vez.El destino quiso que la última vez que se vieran hagan una promesa que quedaría trunca: “Él quería conocer a Pablo, mi hijo, y arreglamos que yo se lo iba a llevar la semana siguiente. Dos días después a él se lo llevaron”, cuenta con pesar.
Desde chico, Giménez abrazó la causa peronista por su educación en un colegio de la Fundación Eva Perón y también influido por la herencia ideológica de su abuelo. A partir de allí, comenzó a ejercer su actividad política colaborando con los peones rurales de la zona y trabajando en el periódico El Actual -dirigido por el también desaparecido Tilo Wenner-, lejos de la lucha armada.
“Su militancia era el sindicato y a la unidad básica, hablar y debatir de acuerdo a sus principios”, afirma Vergara. Sin embargo, y para sorpresa de toda la familia, en la noche del 6 de enero de 1976 un grupo de policías encabezado por Patti se lo llevó.
“Una tía que estaba quedándose en la casa me avisó. Enseguida les pedí a unos abogados amigos que hicieran un habeas corpus y el resultado fue que mi hermano no estaba en ninguna parte. Se ve que lo tenían apretado y lo sabía todo el mundo menos yo”, recuerda amargamente.
En el repaso mental por aquellas épocas, Vergara suelta una frase que a la luz de los acontecimientos suena ingenua: “Jamás hubiera pensado que la Policía actuara de forma tan cruel, era una institución con muchísimo respeto. Te podían llevar, meter en cana y tenerte preso 10 ó 50 años, pero salías”.
Cuando se le pregunta por Patti y quienes participaron del asesinato de su hermano, la bronca vuelve a brotar de su boca, pero sin perder el tono moderado que lo caracteriza: “Él mató a mi hermano y a un montón de sus amigos y se aprovechó de un montón de mujeres porque tenía poder. Igualmente, también tenía compañeros al lado que los fiscales deberían haber investigado. Un policía no anda solo”.
De manera diferente a lo que ocurrió en los dos juicios anteriores en que fue condenado a perpetua, el otrora intendente de Escobar utilizó la estrategia de victimizarse ante los magistrados diciendo que su única tarea por ese entonces era “controlar ebrios en los bailes”.
“Me sorprendió, porque estuvo involucrado en la desaparición de varias personas. Pero todos los delincuentes se victimizan, hasta Al Capone lo hizo”, señala Vergara, quien desde hace tiempo participa del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj) que lidera el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. Y completa: “Que esté con prisión domiciliaria es pésimo. Una burla a la gente y al Derecho”.
Sin embargo, lo que más le molesta es el estatus que mantiene Patti en la comunidad escobarense. “Eso me duele mucho. Se lo tiene arriba, como una gran persona, se lo adora por su publicidad y por la ignorancia. Es un pícaro que ha engrupido a la gente y si hoy estuviera libre ganaría las elecciones”, advierte.
Un último recuerdo de su hermano cierra la entrevista, con un dejo de tristeza y nostalgia: “Ricardo era muy bueno y tranquilo. Alguien con quien se podía conversar de cualquier cosa y que siempre andaba con un libro encima. Me duele su ausencia, podríamos haber hecho un montón de cosas juntos”.
Por Alejo Porjolovsky
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