El joven Facundo Andreasen, que no es oriundo de Escobar pero juega en primera división para el Club Sportivo, ganó medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Guadalajara, México, y engrosó la lista de medallistas de la delegación nacional.
Andreasen, de solo 19 años, se quedó con el máximo galardón en dupla con Gabriel Villegas, con quien compitió en la modalidad trinquete con pelota de goma. En la final, Argentina superó a Uruguay en sets corridos, 15-4 y 15-3, ante la dupla integrada por Carlos Buzzo y Enzo Cazzola.
En el camino a la consagración, los pelotaris argentinos fueron venciendo a México (15-6 y 15-9), Uruguay (por idéntico resultado que en la final), Venezuela (15-4 y 15-4), en semifinales a Chile 15-3 y 15-6, y luego la final “dorada” ante los charrúas.
Argentina volvió a demostrar su neto dominio en este deporte a nivel mundial, donde siempre consigue premios importantes, y Andreasen ratificó todo lo que se dice de él. Es uno de los mejores del mundo y lo confirma día a día.
Andreasen y Villegas, en la premiación.
El joven Facundo Andreasen, que no es oriundo de Escobar pero juega en primera división para el Club Sportivo, ganó medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Guadalajara, México, y engrosó la lista de medallistas de la delegación nacional.
Andreasen, de solo 19 años, se quedó con el máximo galardón en dupla con Gabriel Villegas, con quien compitió en la modalidad trinquete con pelota de goma. En la final, Argentina superó a Uruguay en sets corridos, 15-4 y 15-3, ante la dupla integrada por Carlos Buzzo y Enzo Cazzola.
En el camino a la consagración, los pelotaris argentinos fueron venciendo a México (15-6 y 15-9), Uruguay (por idéntico resultado que en la final), Venezuela (15-4 y 15-4), en semifinales a Chile 15-3 y 15-6, y luego la final “dorada” ante los charrúas.
Argentina volvió a demostrar su neto dominio en este deporte a nivel mundial, donde siempre consigue premios importantes, y Andreasen ratificó todo lo que se dice de él. Es uno de los mejores del mundo y lo confirma día a día.
Por Javier Rubinstein