El espectáculo se realizó en el parque público de la calle El Dorado, tras una procesión de varias cuadras.
Bajo la consigna “Vamos a iluminar los corazones en la larga noche de San Juan”, este sábado 30 se realizó en Ingeniero Maschwitz la tercera edición de la tradicional celebración. El evento fue organizado por “Arde Juan”, un grupo conformado por arquitectos, pintores, diseñadores y artistas, entre otras profesiones relacionadas al arte.
La jornada se inició con una procesión que partió desde el Paseo Mendoza, cerca de las 18 horas, con un gran muñeco de paja y madera que iba sobre un carro armado con ruedas de bicicletas. La gente se fue acercando de a poco, en su mayoría con chicos, para acompañar cantando y bailando la marcha del Ninot hasta llegar al estacionamiento del parque El Dorado, ubicado a unos 200 metros de la estación de tren, donde se armaría el gran fuego.
La fogata de San Juan es una fiesta pagana muy antigua en la que las personas le pedían al Sol que no las abandonase. El espíritu es deshacerse simbólicamente, a través de las llamas purificadoras del fuego, de aquellas cosas que pesan. Es considerada una oportunidad para renovar las esperanzas y recibir los cambios, dejando que las angustias, sufrimientos y pesares del pasado desaparezcan.
Franco Carzeda es el maestro que lleva adelante el taller experimental de percusión “Agua de Río”. Durante la celebración dirigió a más de una veintena de músicos que alegraron la procesión con toques afros y peruanos que en tiempos remotos se utilizaban para adorar al Sol. Luego de haberle puesto música a la procesión, rodearon el gran diámetro de la hoguera con bailes, sonidos y malabaristas, creando un clima de expectativa que iba en aumento a medida que pasaban los minutos.
Pilas y pilas de pallets de madera, yuyos y troncos secos esperaban a ser encendidos con el muñeco en el medio, listo para quemarse. Algunos de los presentes ya habían preparado a sus “Juanitos”, unos amuletos que se arrojan al fuego para que a través de ellos los anhelos de cada uno se eleven al cielo.
La gente había formado un gran círculo alrededor y cuando el fuego finalmente se encendió, todos quedaron maravillados por unas llamas que superaban los siete metros y el impresionante calor que de ellas emanaba. Esto, supervisado por una dotación de bomberos para evitar cualquier tipo de accidente.
Fue una noche de fiesta para las más de 600 personas que se acercaron a presenciar este ritual y a aunarse en el deseo de dejar atrás lo viejo para dar paso a lo nuevo.
Por Florencia Alvarez
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