Antes de las elecciones recibí un correo electrónico de algún ciudadano de Escobar con el texto: “¿Dónde están los verdaderos peronistas?”. En el marco de la saturación del marketing de campaña, no se si era propaganda de algún espacio político o un sincero clamor de un desorientando militante al analizar las distintas boletas electorales. Yo también antes de votar me hice esa pregunta y me la respondió una vieja frase de Perón: “Peronistas son todos”.
En Escobar peronistas son los del Paufe que quedaron afuera por antiguos pecados y nuevas virtudes de su Jefe. Peronista dijo ser Miguel Jobe, mientras anda a las patadas con sus propios padrinos. Peronista es la curiosa lista de “Cacho” Angioi “apoyando” a Francisco De Narváez. Peronista debe ser el gracioso Bode (gracioso no por lo cómico sino por la gracia de recibir votos ajenos), también quienes lo acompañan. Y peronista es el oficialismo gobernante. Peronistas son los que quedaron al margen, forzados o por decisión propia. Peronistas somos los que reclamamos democracia interna. ¿Y los verdaderos peronistas?
El peronismo, desde su génesis, siempre tuvo una voraz ambición de poder; sabe cómo conseguirlo, sabe cómo usarlo y también cómo sostenerlo. El electo diputado nacional Martín Sabbatella, que no es peronista pero se tienta de serlo, disparó una certera definición de lo ocurrido en la última elección con los intendentes del Conurbano, que también le cabe a Escobar: “Hicieron lo que era obvio que iban a hacer, algunos intendentes siempre hacen lo que más les conviene, porque no están atados a un núcleo de ideas, principios o valores. Están atados a sostener su poder territorial de cualquier manera y con cualquier idea. No se puede pensar en virtud de un proyecto estratégico a largo plazo sobre la base de estructuras que están si les conviene y si no les conviene no están. Han convertido su ideología en el pragmatismo”.
Luego de todo esto afirmo, sin temor a tener que retractarme en el futuro, que en el gobierno que encabeza Sandro Guzmán están los verdaderos peronistas. Todos sabemos que no llegaron al gobierno en una epopeya electoral como la de Sabbatella en Morón, sino por medio de arbitrarias traiciones y de cuidadas estrategias en base a sigilosos engaños. Llegaron al poder, y eso es lo importante (para los verdaderos peronistas) y saben cómo usarlo. Pese a estos antecedentes, a mi criterio, la gestión de la actual Intendencia de Escobar es muy buena comparada con las anteriores y el pueblo así lo hizo saber en las urnas en forma categórica. Se quedaron con todo lo que estaba en juego. Al estilo peronista, por supuesto, ¿o hay alguien puede creer que quienes consiguieron la minoría tendrán una postura “opositora”?
Pero aún en los buenos gobiernos y en los monopolios puede haber grietas, un punto débil, un talón de Aquiles. Tal vez puede ser la comunicación. Cristina K fue la presidenta más votada de historia, es un cuadro político de primera línea y, sostengo, con un excelente proyecto estratégico. Pero el gobierno nacional falló al comunicarlo, no logró llegar al común de la gente y en dos años dilapidó muchísimos votos.
Sandro habla poco. Hay un eficaz funcionario que habla pero parece querer imponer sus palabras de prepo y no explica. Otro, con gran cintura, explica, pero parece tener solo un diccionario términos bonitos, y cuando a uno lo halagan todo el tiempo cree que le están mintiendo.
El Perón todopoderoso de fines de los ‘40 supo cómo manejarlo. Había que silenciar a la prensa oligarca y golpista. El entonces subsecretario de Medios, el recio Raúl Apold, sin ningún tipo de contemplación por la libertad de prensa, cortó por la fuerza las redes distributivas de los diarios opositores. Pero en el Congreso, el brillante diputado John W. Cooke, consumó un maravilloso discurso filosófico tan convincente que este hecho con criterio anti-democrático lo convirtió haciéndolo pasar a la historia como un acto revolucionario en defensa de la causa de los trabajadores. El verdadero peronista sabe cuál es su lugar y cuál el del otro.
Los monopolios suelen parecer una dictadura si no se los explica o no se les da un marco ideológico adecuado. Es cierto que ya no hay espacios para revoluciones, pero sí estamos a tiempo para un proyecto estratégico político a largo plazo. Aún para los verdaderos peronistas. ¿Y los valores y principios? Decía el viejo sabio Perón de los ‘70: “El 50% de un buen gobierno es que el pueblo esté feliz. El otro 50% se construye con tiempo y despacio”.
Por Ricardo Fabián Choffi
ricardochoffi@hotmail.com
Integrante del Centro de Estudios Sociales y Políticos “Arturo Jauretche” de Escobar