Por Juan Carlos Villalba
Belén de Escobar
Viejo, cansado, con el batitraje descolorido y roto, Batman -sentado en la mesa del café- trataba de encontrar una explicación a su decadencia y la de sus amigotes de antaño.
– ¿Qué pasó..? ¿En qué fallamos?, se preguntaba.
Clark Kent, que hacía rato se había deschavado de su doble vida, mirando el fondo del vaso de vino, no contestaba. Demasiados años sin tener la valentía de asumir su dualidad, lo habían desgastado.
Popeye, despatarrado en el suelo, completamente borracho, gritaba que Olivia era una puta y que lo de la espinaca era puro verso.
¡¡Robin trolo!!, habían escrito con aerosol en una pared. El amiguito del hombre murciélago leía y se encogía de hombros, mientras intentaba zurcir una medibacha que tenía como diez enganches.
– ¡Pegala con chicle!, le sugería Gatúbela, que con los kilos acumulados se parecía a la mujer barbuda del circo.
El viejo “Juanqui”, propietario del boliche, con una escoba en la mano, rezongaba: ¡Oiga doña Gatúbela, por favor, no escupa los carozos de aceituna en el piso!
– ¡Bah!, murmuró la gorda.
– ¡Che pelado, correte que no puedo ver la tele..!, protestaba Drácula tomando un yogurt.
– Disculpar, Conde, disculpar… Tarzán no querer molestar, dijo el hombre mono, sentándose en un rincón mientras pelaba una banana.
En una mesa del fondo, el viejo “Frankie” buscaba alivio a su tortícolis echándole Coca-Cola al oxidado tornillo de su cuello.
– ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!, se quejaba.
Parapetado detrás del horno para hacer pizzas, “El viejo Rambo” -totalmente loco-, con una ensaladera de plástico a manera de casco, disparaba una ametralladora imaginaria, imitando el sonido de los tiros con la boca.
– ¡¡Pa-pa-pa-pa-pa-pa!!, disparaba y se agachaba.
– ¿Qué sucede Jhonny?, preguntaba “Juanqui” mientras intentaba sacar una de muzzarella.
– Ellos dispararon primero señor.
– Perdonales la vida Jhonny.
– Eso nunca señor… les daré una guerra que nunca olvidarán…
– Dale, cortala p………. y alcanzame el frasco de aceitunas.
– Yes Sir!
En ese instante ingresa a “La Pérgola” un extraño personaje.
– ¡Hola amigos!, dice el recién llegado luciendo una calva llena de clavos y tornillos.
– ¿Tú quien ser?, pregunta Tarzán sacando un puñal.
– ¡¡Soy Geniol!!, contesta el pelado, y se pone a repartir Genioles a todos mientras canta.
¡¡Venga del aire o del sol / del vino o la cerveza…
cualquier dolor de cabeza / se quita con un Geniol!!
La alegría del personaje es contagiosa y todos los presentes, levantando un chopp o una botella de vino, en un clima de total algarabía, cantan a coro.
De pronto, un silencio sepulcral domina la escena. Todos los personajes quedan boquiabiertos mirando hacia la puerta de entrada, bajo cuyo marco se recorta la figura inconfundible de… “Don Quijote de la Mancha”. Silencio total.
– ¿Qué es esto Sancho?, pregunta el Hidalgo caballero.
Sancho, asomándose entre las piernas de su señor contesta: Creo que es una cantina del siglo XX…
– ¿Y a qué se debe tanto jolgorio?, inquiere Don Quijote.
– ¡No lo sé mi buen señor!!
Don Quijote, dirigiéndose a Geniol, dice: Debéis ser muy valiente, extraño caballero, ya que soportáis sonriente y de buen humor tan perversa tortura.
En ese instante, Don Quijote descubre en una de las mesas a Gatúbela, a quien toma por su amada Dulcinea. Dirigiéndose a ella, se inclina respetuosamente y con una rodilla en el piso, quitándose el sombrero, expresa:
– Permitidme mi señora que os pregunte extrañado… ¿Qué hacéis tan lejos de vuestro hogar, entre tantos extraños personajes y en tan lúgubre lugar?
– Oia ..?, exclamó la gorda mirando sin comprender nada, al igual que todos los demás que tampoco entendían lo que pasaba.
– ¿Y este quién es?, preguntó Gatúbela.
Los superhéroes se miraron entre sí, encogiéndose de hombros.
– Es que no me conocéis, mi amada Dulcinea? ¿Acaso habéis perdido la memoria? ¿O ese extraño brebaje os ha enloquecido?
Gatúbela, que en ese momento se tomaba un Gancia, tosió y dijo:
– Muchachos, saquen a este colifa de acá o le parto el mate de un sifonazo, le parto…
Los superhéroes intentan tomar de los hombros a Don Quijote, quien enfurecido por esta actitud se pone de pie y desafiante dice:
– ¡No me toquéis estúpidos! ¿Es que realmente no sabéis quién soy? ¿No habéis oído sobre mí? ¿Desconocéis mi lucha contra la injusticia? ¿Ignoráis de dónde vengo? ¿Sabéis algo de mi fiel compañero y servidor? ¿Y de mi autor? ¿Habéis leído siquiera una frase acerca del genio que nos ha dado vida, a Sancho, el más noble y fiel compañero de aventuras; a Rocinante, el más valiente y arrojado corcel que caballero andante alguno haya tenido? Y a mí… quien hoy, indignado por vuestra ignorancia, os desafía al campo de batalla a dilucidar esta extraña situación que pone en duda el honor de Dulcinea Del Toboso, aquí presente.
Los superhéroes no salen de su asombro.
– Reaccionad cobardes… ¿pretendéis ignorarme? ¿O es que no habéis tenido oportunidad de leer y cultivaros? ¿O es que vosotros sois de un lugar donde la cultura no interesa?
– Desenfundad vuestras espadas que ahora me vais a conocer!, gritó el hidalgo caballero con el rostro desencajado por la ira.
– Tenga mano tallador…Acá hay un argentino que lo conoce muy bien…
Don Quijote gira la cabeza hacia la puerta y mirando al nuevo personaje, a quien recorre lentamente con la mirada desde los pies a la cabeza, con la espada aún en alto, pregunta:
– ¿Quién sois? caballero de la extraña vestimenta…
El recién llegado, con voz firme y tono apaisanado, dice: Lindor Covas… (y sacándose el sombrero agrega),“El Cimarrón”…
– ¿Y en verdad me conocéis?, interroga Don Quijote, mientras baja la espada lentamente.
– Ansina es nomás, contesta el gaucho. Usted es Don Alonso Quijano, quien de tanto leer historias de caballería se volvió loco y hoy se hace llamar Don Quijote. Conocido también como “El caballero de la triste figura”.
– ¿Y cómo es que sabéis tanto sobre mí?
– Por los libros que he sabido leer.
– ¿Y en qué universidad habéis adquirido vuestros conocimientos de literatura?
– ¿Universidad? No señor, tuito lo que sé lo aprendí en una humilde escuelita rural, perdida en la inmensidad de la provincia de Buenos Aires.
– Entonces -dice Don Quijote- doy por seguro que habéis tenido un gran maestro.
– El mejor que hubo por estos pagos, un gran argentino que padeció injusticias y amarguras, que conoció el destierro dentro de su propio país. Mi maestro se llamaba Pedro Bonifacio Palacios, dice el gaucho con orgullo.
Don Quijote, asombrado, se quita el sombrero y exclama:
– ¡Almafuerte! ¿Habéis tenido el honor de estudiar con ese hombre? ¿Habéis gozado del privilegio de escuchar su voz? ¿De asimilar su sabiduría? ¿De conocer su pensamiento? Permitidme caballero que humildemente os solicite: ¿Me haríais el honor de conversar conmigo? ¿Me permitiríais disfrutar de vuestra compañía? ¿Sabéis que llevo siglos enfrentándome a idiotas como los que aquí veis? Os invito a caminar caballero y a dejar este sórdido lugar, ven Sancho, salgamos de aquí, dice Don Quijote mientras se dirigen hacia la calle. Vámonos con este argentino que vale la pena conocer.
– ¡Ug!, murmuro Tarzán asomándose desde abajo de la mesa.
Se iban alejando del café, cuando se escuchó a Batman gritar:
– ¿Pero a quién le ganaste Narigón?
A lo que Robin agregó: ¡¡¡Reventá… flaco apestoso!!!
Ignorando los insultos, Lindor Covas preguntó:
– Dígame Don Quijote… ¿qué es de la vida del licenciado Vidriera?
– Ahí anda el desdichado, luchando por sobrevivir al olvido, debatiéndose contra la ignorancia y asfixiándose entre amarillentas páginas, cada vez menos leídas, contestó el Hidalgo Caballero.
Ya iban cruzando el campito de la estación cuando Don Quijote dijo: A propósito, Lindor, ¿cómo andan la cultura y la educación en este país?
En ese instante, antes de que el gaucho pudiera contestar, se escuchó el aullido de un perro… y se cortó la luz.
FIN