SR. DIRECTOR:
Es difícil comenzar a escribir estas líneas. Uno sabe que será malinterpretado por los malintencionados y ya no le preocupa, pero en esta oportunidad se corre el riesgo de confundir incluso a aquellos lectores de buena fe.
Vengo en esta oportunidad a defender los derechos del procesado Luis Patti. Lo hago con la autoridad de quien, en el ‘95, cuando muchos de los que hoy están en el gobierno y callan ante la situación lo acompañaban y palmeaban su espalda, dijo públicamente que si en este país hubiera justicia Luis Patti tendría que estar preso y no ser intendente de Escobar.
Pensando en ellos me tomé un tiempo en escribir esta nota esperando que opinen sobre la situación de su ex líder, pero ha sido en vano. No lo harán, no les interesa la vigencia plena de los derechos humanos. Solo los mueven las ansias de poder.
Por ello es que asumo el riesgo, con esa autoridad y con la convicción de quien siempre dentro de sus limitaciones ha intentado trabajar en pos de una sociedad justa, convencido de que la única forma de cuidar nuestros derechos es preservar los de los adversarios.
Es fácil reclamar por aquellos que son parte de nuestras luchas, pero es indispensable defender los derechos de aquellos que nos enfrentan.
Me rebelo frente a esta situación, como estoy seguro lo harían todos los compañeros que han dejado sus vidas por una sociedad mejor, incluso aquellos de cuyos crímenes se acusa al mismo Patti.
Ellos no permitirían una sociedad donde un enfermo con riesgo de vida vaya a una cárcel común. Harían lo posible para que eso no suceda, aunque es cierto que esto pasa hoy en nuestro país, no solo con Luis Patti.
De comprobarse que lo que dice la esposa de Patti es cierto y que su salud es tan delicada, la cárcel de Devoto es la pena de muerte y siempre he estado contra la pena de muerte y estaré hasta el último de mis días.
No tengo idoneidad para decir exactamente qué es lo que hay que hacer, pero sí creo tenerla para exigir que con Luis Patti, como con el último habitante del país, se respeten todas las garantías y sus derechos, y que en esta sociedad tan golpeada prime el anhelo de justicia y no de venganza.
Esa es nuestra lucha, no la de aquellos que desataron el terrorismo de Estado. Alzar la voz en este momento es un acto de coherencia no de traición.
Jorge A. Derra (Maquinista Savio)
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