El cincuentenario le quedó enorme al director de Ceremonial del Municipio. Ni las placas recordatorias que hizo su pyme le salieron bien.
Santo Pissaco se ganó un rosario de críticas por su rendimiento en las celebraciones del cincuentenario del partido de Escobar. Una parada difícil en la que exhibió, además de insuficiente preparación, sus peores cualidades.
Fueron tantos los desatinos, que enumerar a todos sería tedioso. Para apuntar algunos, el acto en la plaza de las Américas fue un absoluto desorden, de principio a fin. Todo se hizo a las apuradas, en un espacio diminuto para autoridades y protagonistas y sin darle a nada su apropiada dimensión. En particular, a la premiación del Logo del Cincuentenario y -más aún- a la apertura y rellenado del Cofre Centenario.
Pero lo peor llegó a la noche, en el teatro Seminari. Así como la directora del conservatorio Arte Musas, Romina Vergani, se hizo acreedora de una reprobación unívoca por su desplante en público, “Cacho” Pissaco terminó por redondear un desempeño muy cuestionado. Según todas las fuentes consultadas por El Día de Escobar, fueron sus contraordenes sobre la marcha lo que sacó de quicio a Vergani. Y también a algunos alumnos de ese instituto, que se consideraron agraviados por los modales de Pissaco, nada protocolares, contradictoriamente a su función.
Ninguna de las personas con las que habló este medio -incluso empleados de su área- se animó a poner el cuerpo en defensa del funcionario, otrora director de Deportes y presidente de la Asociación Atlética de Escobar. Por el contrario, la bajada de pulgar fue unánime. Y en algunas opiniones, el del 8 de octubre debería ser el último acto que quede en sus manos.
En sus peores horas, Pissaco ni siquiera acertó en lo que siempre fue diestro: de las veinte placas que hizo para el cincuentenario la pyme que puso a nombre de su esposa, cinco salieron con gruesos errores en las inscripciones. “Districto”, “Ajedres”, “Anivesario”, la absurda expresión “Primer 50° Aniversario” y ninguna palabra con acento fueron algunos de los yerros del pantógrafo que pudieron verse tras el descubrimiento de las chapas en la entrada del Palacio Municipal.
Pero Pissaco no tiene toda la culpa de los fallidos que comete como funcionario público por su falta de idoneidad. También hay responsabilidades que achacarle a quien lo ubica y lo sostiene en un cargo que, por más que se esfuerce al máximo, le quedará grande hasta que haga la carrera de ceremonialista y se gradúe como tal.
Tantos desaguisados durante el jueves 8 hicieron que el nombre de Mario García (álias Gastón Paez Vilaró) vuelva a mencionarse en varias conversaciones. Nadie lo hizo para propiciar su regreso al Municipio, pero sí para reconocer que el ceremonial oficial no puede estar en manos de cualquiera.
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