Varias decenas de escobarenses se concentraron en la avenida de Tapia de Cruz para acompañar el cortejo fúnebre hasta la puerta del cementerio. Una despedida a pura emoción para este entrañable y singular vecino, fallecido ayer a los 76 años.
Varias decenas de escobarenses se concentraron en la avenida de Tapia de Cruz para acompañar el cortejo fúnebre hasta la puerta del cementerio. Una despedida a pura emoción para este entrañable y singular vecino, fallecido a los 76 años.
Con la emoción a flor de piel. Así fue este lunes a la mañana el último adiós a Luis Civitarese (76), con decenas de vecinos acompañando el cortejo fúnebre por la avenida Tapia de Cruz y expresándole todo su afecto a lo largo de una peregrinación que antes de llegar al cementerio se detuvo frente a la cocatedral y a la casa en la que vivía.
Como ya había informado El Día de Escobar, Civitarese falleció este domingo a la mañana en el hospital municipal Néstor Kirchner, donde había sido internado el viernes con un severo cuadro de pancreatitis (ver nota acá).
La noticia de su muerte causó una tristeza enorme y masiva, que volcó a cientos de vecinos a expresarse en las redes sociales. Desde allí surgió la idea de esta convocatoria.
El cortejo partió a media mañana desde una cochería de la calle Bernardo de Irigoyen. En la esquina de Tapia de Cruz y Colón fue la primera escala, ante decenas de vecinos que se congregaron para darle una despedida especial a un ser tan singular como fue “Luisito”, quien durante años recorrió la ciudad con su carro juntando botellas y diarios para vender y tener un ingreso.
“No se va, Luisito no se va”, cantaron algunos, con la garganta anudada. Otros, en auto, hacían sonar sus bocinas, mientras que el techo del coche fúnebre se iba llenando de multicolores ofrendas florales.
Varias personas también llevaron botellas como las que recolectaba “Luisito” y las hicieron sonar a modo de adiós simbólico.
La segunda escala del cortejo fúnebre fue frente a la cocatedral, donde el sacerdote ofició el responso y le impartió la bendición al querido vecino. Después, la peregrinación continuó hasta la calle Peirano y se detuvo en la casa donde vivía “Luisito”.
La emoción siguió intacta en cada momento hasta llegar al destino final, en el cementerio municipal de la calle Gelves.
En un contexto como el actual, donde la pandemia prácticamente canceló los velorios, la manifestación de cariño, amistad y dolor que se vivió esta mañana en las calles de la ciudad resultó realmente conmovedora. Todos tenían una anécdota con él, una foto, un recuerdo que compartir y un sentimiento de afecto sumamente genuino.
Fue un hermoso final para la vida de este entrañable ser, que con su simpleza y calidez se hizo querer por todos de una manera muy especial. Aunque ya no esté, su recuerdo será inolvidable.
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