Por Aída Holtz
Hace unos años atrás escribí sobre la violencia de los fines de semana en Escobar. Ha pasado el tiempo y aquello que fue una reflexión hoy es una realidad. Chicos, menores de edad, van al “boliche” y luego, a la salida, “Escobar es tierra de nadie”.
Los colectiveros han decidido no circular de noche por la violencia que han ejercido los jóvenes sobre los micros. Los dueños de los locales bailables se han reunido con el Municipio y el Foro de Seguridad. Nada dio resultado. Los robos a la salida de estos lugares están a la orden del día. La violencia inusual, por la formas de agresión, produce temor en la gente (basta leer las declaraciones de los colectiveros).
¿Dónde están los padres de estos chicos? Sé que estamos en una época en que los hijos manipulan a los adultos y que en la relación con la familia los padres creen todo lo que los chicos les dicen… Que justifican su accionar, que no les pueden decir: No! Y porque decir sí, es más fácil (el otro te abraza, te besa, ¡es tu hijo!). Pero… cuánto daño les hacemos. Esta sensación “culposa” de los adultos en querer darles todo lo material, de no poder evitar las salidas porque todos salen. Y si no los dejás, sos el peor padre del mundo… ¡Esto nos perturba! ¿Y saben por qué? Porque hemos dejado en manos de otros la educación de nuestros hijos: de la tele, de los videojuegos, de los dueños de los boliches, de los kiosqueros, de los amigos, y se confundió la autoridad con el autoritarismo.
Acaba de dictarse sentencia en el juicio de Cromagnon: la furia de esos padres no tiene límites, quieren justicia y tienen razón. Quieren venganza, nadie los consuela de la pérdida, pero muchos no tienen razón, porque los padres de los menores que estuvieron ahí son responsables, cuestión que nadie dice. Y esto, llevado al plano local: ¿vamos a esperar que haya muertos para tomar una medida?
Los padres tienen que tener autoridad sobre sus hijos, esto no significa represión. Desde el Municipio tiene que haber personal por la noche, es una oportunidad para dar horas extras a los empleados, cuidar el tránsito, presentarse en los boliches, multar de $ 10.000 para arriba a los dueños que tengan en el local a menores de edad, a los kiosqueros que vendan bebidas y “falopa” multarlos, pero groseramente, porque esos sí que son delincuentes. Desde el Concejo Deliberante reglamentar y ampliar lo que aquí se estipula.
Desde la Policía, hacer cumplir la ley de los menores de edad. Aquellos menores que deambulen a altas horas de la noche detenerlos, llamar a los padres, tantas veces como sea necesario. Desde las escuelas, hacer campañas de prevención.
Esto debiera ser un compromiso de todos. Para ello hay que reunirse y tener voluntad política de querer resolver este conflicto, que no es fácil, porque en todo el mundo está pasando, pero hay que empezar.
En la provincia de Buenos Aires hay, aproximadamente, 400.000 chicos que no trabajan ni estudian. ¿Qué hacen? ¿Tenemos datos de aquí, de Escobar? ¿Hay algún proyecto de reinserción en la sociedad? ¿No debieran implementarse más escuelas de oficios con bolsas de trabajo, en los barrios sobre todo? ¿Hay voluntad de cambio o dejaremos que las “cosas” transcurran, para después aplicar una medida arbitraria, “mano dura” después que pasó?
No está nada bien la adolescencia de hoy en día: crisis por la edad, crisis por la familia, crisis porque no ven futuro, crisis por la educación, “¿para qué me sirve el estudio?”.
La desprotección de estos chicos es tal que el alcohol y la droga entran a gobernar su vida y, por ende, se entra en un conflicto social. Los adultos: ¡mano dura!, ¡molerlos a palos!, ¡cárcel! ¿Pero cuándo se va a reglamentar una ley penal juvenil? ¿Y en el mientras tanto?
No esperemos que en Escobar una bengala produzca un nuevo Cromagnon.
Por Aída Holtz
aidaholtz@hotmail.com
Directora del Instituto Secundario LEA, Presidenta del ARI en Escobar
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