La Escuela Primaria Nº 23 “Crucero General Belgrano”, de Maquinista Savio, organizó este viernes 24 una conferencia multimedia cuyos ponentes principales fueron el profesor Gustavo Lezcano, expedicionario del Desierto Blanco, y el coronel Marcos Ramírez, jefe de Base Esperanza durante 2005.
El primero en tomar la palabra fue el coronel Ramírez, quien rápidamente captó la atención del público al comenzar a relatar las maravillas de la Antártida. Explicó que en Base Esperanza, la más grande con la que cuenta nuestro país y la única a la que se puede ir en familia, viven unas 60 personas por “invernada”. Así se llama al tiempo, cercano a un año, en que tanto militares como civiles van a instalarse a la Antártida para desarrollar distintos tipos de actividades.
La temperatura promedio de verano es de 5 grados bajo cero y en invierno suele bajar a 20 ó 25. Estas temperaturas llegan a una sensación térmica de 60 grados bajo cero cuando se combinan con los famosos vientos catabáticos, que alcanzan los 200 kilómetros por hora y obligan a que todas las actividades de la base se suspendan, como medida de seguridad.
Cuando se acerca el invierno, las horas de luz se acortan. En Base Esperanza, que está al norte de la península, amanece a las 9 de la mañana y a las 3 de la tarde es noche cerrada. “Eso provoca muchas cosas -dijo Ramírez-. La gente habla bajito a las cuatro de la tarde porque es de noche. Los humores también cambian mucho y a las señoras se les trastornan sus ciclos menstruales”.
El coronel también habló sobre la flora y la fauna de ese territorio y resaltó que hay grandes cantidades de krill, un molusco muy rico en proteínas que es considerado “el alimento del futuro”. Por eso ya hay países que trabajan para comercializarlo masivamente. En cuanto al suelo, mencionó que es rico en minerales como carbón, hierro, cobre y cinc, entre otros, pero que su extracción sería muy dificultosa ya que los hielos antárticos tienen dos kilómetros de espesor. Además, la Antártida es un gigantesco reservorio de agua dulce: alberga cerca del 80% de la que hay disponible en todo el planeta.
“En la Antártida tienen presencia permanente siete países: Chile, Reino Unido, Argentina, Noruega, Australia, Francia y Nueva Zelanda. Sin embargo, es una zona internacional de la cual nadie es dueño”, precisó Ramírez. En relación al Tratado Antártico, explicó que se firmó en 1958 y que declaró que la Antártida es un continente de paz, que no se pueden utilizar armas ni realizar actividades de combate o nucleares, así como tampoco explotaciones con fines comerciales. Allí existe libertad absoluta para todo tipo de actividad científica y sus descubrimientos tienen que compartirse con la comunidad mundial. La presencia de organismos militares en la Antártida es sólo para apoyar a la investigación científica.
Los chicos tuvieron su turno para preguntar y lo primero que quisieron saber es cómo el cambio climático está afectando los recursos antárticos. “Está produciendo su deshielo en forma lenta pero paulatina. Hay fenómenos como el de la lluvia, que antes no sucedía, porque sólo nevaba. También recuerdo que la última vez que estuve había moscas, algo impensado en la Antártida”, afirmó el coronel.
Contacto desde Tierra del Fuego
El profesor Gustavo Lezcano, quien estaba programado como principal disertante de la mañana para hablar de su experiencia docente en la Antártida, no pudo llegar desde Tierra del Fuego porque las cenizas volcánicas se lo impidieron. Fue por eso que dio la charla mediante una videoconferencia.
En 2005 y en 2008, Lezcano invernó en la Antártida junto a su mujer y sus dos hijas pequeñas. Toda la familia salió en vivo vía Internet para compartir su vivencia con el público, que los escuchaba en la sala del Seminari. “Es un lugar lleno de Dios”, dijo el docente para describir a la tierra blanca.
Sus hijas, Mariana y Sabrina, contaron cómo fue asistir a la Escuela Nº 38 “Julio A. Roca” de Base Esperanza, donde a veces sólo había tres o cuatro alumnos cursando diferentes grados en la misma aula. También que cuando había mucha nieve los iban a buscar en snowcats y a ellas les encantaba, y recordaron el 21 de junio como el momento más feliz del año porque se realiza el bautismo de nieve, donde se festeja el solsticio de invierno. El día más triste fue cuando regresaron y se despidieron de sus amigos.
Hablaron de los aviones Hércules y del rompehielos Almirante Irizar, que fueron los transportes con los que llegaron hasta el confín del mundo. Rosi, la esposa de Lezcano, contó cómo fue preparar víveres, combustible y herramientas para la escuela y para la casa para subsistir un año. “En la Antártida no hay supermercados”, bromeó.
La disertación continuó con la palabra del segundo comandante del “Cormorán” Guardiamarina, Javier Alejandro Distéfano, quien habló sobre el primer científico argentino en invernar en la Antártida, el alférez de Marina José María Sobral. En la conferencia estuvo presente su nieto, Guillermo Sobral, quien narró historias sobre su abuelo.
“Nuestra idea también era realizar una muestra fotográfica en el distrito para que pudieran conocer la Antártida tanto la comunidad como las demás escuelas que no pudieron asistir, pero lamentablemente no pudimos realizarla”, expresó Dora Gerez, la profesora encargada de la organización del evento.
Disertantes y organizadores, al término de la jornada en el teatro municipal de Escobar.
La Escuela Primaria Nº 23 “Crucero General Belgrano”, de Maquinista Savio, organizó este viernes 24 una conferencia multimedia cuyos ponentes principales fueron el profesor Gustavo Lezcano, expedicionario del Desierto Blanco, y el coronel Marcos Ramírez, jefe de Base Esperanza durante 2005.
El primero en tomar la palabra fue el coronel Ramírez, quien rápidamente captó la atención del público al comenzar a relatar las maravillas de la Antártida. Explicó que en Base Esperanza, la más grande con la que cuenta nuestro país y la única a la que se puede ir en familia, viven unas 60 personas por “invernada”. Así se llama al tiempo, cercano a un año, en que tanto militares como civiles van a instalarse a la Antártida para desarrollar distintos tipos de actividades.
La temperatura promedio de verano es de 5 grados bajo cero y en invierno suele bajar a 20 ó 25. Estas temperaturas llegan a una sensación térmica de 60 grados bajo cero cuando se combinan con los famosos vientos catabáticos, que alcanzan los 200 kilómetros por hora y obligan a que todas las actividades de la base se suspendan, como medida de seguridad.
Cuando se acerca el invierno, las horas de luz se acortan. En Base Esperanza, que está al norte de la península, amanece a las 9 de la mañana y a las 3 de la tarde es noche cerrada. “Eso provoca muchas cosas -dijo Ramírez-. La gente habla bajito a las cuatro de la tarde porque es de noche. Los humores también cambian mucho y a las señoras se les trastornan sus ciclos menstruales”.
La Base Esperanza fue fundada en 1953 y tiene 66 habitantes.
El coronel también habló sobre la flora y la fauna de ese territorio y resaltó que hay grandes cantidades de krill, un molusco muy rico en proteínas que es considerado “el alimento del futuro”. Por eso ya hay países que trabajan para comercializarlo masivamente. En cuanto al suelo, mencionó que es rico en minerales como carbón, hierro, cobre y cinc, entre otros, pero que su extracción sería muy dificultosa ya que los hielos antárticos tienen dos kilómetros de espesor. Además, la Antártida es un gigantesco reservorio de agua dulce: alberga cerca del 80% de la que hay disponible en todo el planeta.
“En la Antártida tienen presencia permanente siete países: Chile, Reino Unido, Argentina, Noruega, Australia, Francia y Nueva Zelanda. Sin embargo, es una zona internacional de la cual nadie es dueño”, precisó Ramírez. En relación al Tratado Antártico, explicó que se firmó en 1958 y que declaró que la Antártida es un continente de paz, que no se pueden utilizar armas ni realizar actividades de combate o nucleares, así como tampoco explotaciones con fines comerciales. Allí existe libertad absoluta para todo tipo de actividad científica y sus descubrimientos tienen que compartirse con la comunidad mundial. La presencia de organismos militares en la Antártida es sólo para apoyar a la investigación científica.
Los chicos tuvieron su turno para preguntar y lo primero que quisieron saber es cómo el cambio climático está afectando los recursos antárticos. “Está produciendo su deshielo en forma lenta pero paulatina. Hay fenómenos como el de la lluvia, que antes no sucedía, porque sólo nevaba. También recuerdo que la última vez que estuve había moscas, algo impensado en la Antártida”, afirmó el coronel.
Contacto desde Tierra del Fuego
El profesor Gustavo Lezcano, quien estaba programado como principal disertante de la mañana para hablar de su experiencia docente en la Antártida, no pudo llegar desde Tierra del Fuego porque las cenizas volcánicas se lo impidieron. Fue por eso que dio la charla mediante una videoconferencia.
En 2005 y en 2008, Lezcano invernó en la Antártida junto a su mujer y sus dos hijas pequeñas. Toda la familia salió en vivo vía Internet para compartir su vivencia con el público, que los escuchaba en la sala del Seminari. “Es un lugar lleno de Dios”, dijo el docente para describir a la tierra blanca.
Sus hijas, Mariana y Sabrina, contaron cómo fue asistir a la Escuela Nº 38 “Julio A. Roca” de Base Esperanza, donde a veces sólo había tres o cuatro alumnos cursando diferentes grados en la misma aula. También que cuando había mucha nieve los iban a buscar en snowcats y a ellas les encantaba, y recordaron el 21 de junio como el momento más feliz del año porque se realiza el bautismo de nieve, donde se festeja el solsticio de invierno. El día más triste fue cuando regresaron y se despidieron de sus amigos.
Hablaron de los aviones Hércules y del rompehielos Almirante Irizar, que fueron los transportes con los que llegaron hasta el confín del mundo. Rosi, la esposa de Lezcano, contó cómo fue preparar víveres, combustible y herramientas para la escuela y para la casa para subsistir un año. “En la Antártida no hay supermercados”, bromeó.
La disertación continuó con la palabra del segundo comandante del “Cormorán” Guardiamarina, Javier Alejandro Distéfano, quien habló sobre el primer científico argentino en invernar en la Antártida, el alférez de Marina José María Sobral. En la conferencia estuvo presente su nieto, Guillermo Sobral, quien narró historias sobre su abuelo.
“Nuestra idea también era realizar una muestra fotográfica en el distrito para que pudieran conocer la Antártida tanto la comunidad como las demás escuelas que no pudieron asistir, pero lamentablemente no pudimos realizarla”, expresó Dora Gerez, la profesora encargada de la organización del evento.