Desde las redes sociales comenzó a circular este jueves a la noche una triste noticia: el fallecimiento de Héctor Osvaldo Herrera, conocido por todos como el “Negrito”, un emblema de la cultura escobarense y amante de las tradiciones folklóricas argentinas. Un vecino de gran corazón y muy querido.
Herrera tenía 86 años, que cumplió el 18 de diciembre. Desde ese día estaba viviendo en la Patagonia, junto a sus tres hijas -Norma, Ana y Marta- que vinieron a buscarlo para que no estuviera tan solo. Su esposa y compañera de toda la vida, Gladys Cejas, había fallecido en 2017.
Nació en Lima, partido de Zárate. Pero al año su familia se mudó a Belén de Escobar, de donde era su padre. Fue en esta localidad donde echó raíces y empezó a hacerse conocido, inicialmente a través de los diversos trabajos que realizó para ganarse la vida.
Fue parquista, empleado de comercio, mozo, boletero de la empresa Chevallier y playero de estación de servicio. Después trabajó en un criadero de cerdos, en alfombras Dragui y durante 18 años en la fábrica de maderas Coindel. “En esa época había laburo en todos lados, no como ahora”, le contaba a la revista DIA 32 en 2018 (click acá).
Participó de la primera Fiesta Nacional de la Flor, que se hizo en la sede de Sportivo Escobar, donde trabajó de mozo. Bandeja en mano, también atestiguó la célebre apertura de la tienda de ropa masculina Henry Sport, el día que vinieron Osvaldo Rattin y Antonio Roma, dos legendarios futbolistas de Boca Juniors.
Hasta que en un momento decidió independizarse económicamente: fue así que instaló un vivero en el patio de su casa, sobre la calle Belgrano. Al mismo tiempo, su señora y sus hijas atendían un kiosco polirrubro, que estaba al lado de la vivienda familiar. Después de 42 años debió cerrar su emprendimiento, debido a una hernia.
Con el folklore en las venas
Su primer traje de gaucho lo tuvo a los 10 años, para andar a caballo. “Me sentía importante así vestido”, comentaba en aquella entrevista. Con el tiempo comenzó a recitar en peñas folklóricas de Luján y General Rodríguez, donde se presentaba hasta ganar confianza y seguridad para debutar en su querido Escobar.
En los últimos años, su presencia en eventos organizados por el Municipio era infaltable, ya sea desfilando, bailando o recitando.
“Escribo mucho y todo con rima, he hecho homenajes a la virgen y a familiares. Estoy preparado para cualquier público”, decía, seguro de sí mismo. Y se definía como “decidor, narrador y recitador”.
Su amor por el folklore y las tradiciones lo llevó a compartir varias veces escenario con uno de sus grandes referentes musicales, el “Chaqueño” Palavecino. La primera vez fue en 2010, en Esquel. Y hubo varias más: en el festival de Baradero, en las fiestas patronales de Pilar y en el recital que el popular cantante ofreció en el marco del 50º aniversario del partido de Escobar, en octubre de 2019, sobre la avenida Tapia de Cruz.
Aquella quizás haya sido una de sus noches más felices, ante una multitud, en su pueblo, junto a un artista consagrado y al que admiraba. Además, su desempeño fue virtuoso, memorable.
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“Tengo problemas propios de mi edad, pero estoy bien. Anduve siempre para todos lados, bailé toda mi vida y voy a seguir bailando. No puedo parar, necesito andar y trato de ir a todos los espectáculos”, contaba hace dos años, siempre activo, alegre y ocurrente, con un verso o una rima en punta para cada ocasión.
En 2017 fue declarado Embajador de la Cultura Isleña por el Concejo Deliberante de Escobar. Y en 2019, durante el Festival de Raíces Provincianas, recibió la distinción de Vecino Ilustre de manos del intendente Ariel Sujarchuk, quien este viernes lo despidió desde las redes sociales con un cálido mensaje.
“Su arte marcó a distintas generaciones de escobarenses y su fuego sigue vivo en miles de jóvenes folkloristas que mantienen su legado. Por eso, el Negrito siempre estará presente en nuestros corazones. Es uno de esos personajes que se quieren para siempre y que difícilmente volvamos a tener alguien así”, escribió el jefe comunal.
Con tristeza por su partida pero también alegría por los gratos recuerdos que dejó, Escobar despide a un vecino entrañable, que seguramente ya debe estar recitando sus versos en el cielo.
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