Era el dueño del tradicional Bazar Martín, que inauguró en 1966 sobre la calle Colón al 600. Un comercio familiar caracterizado por su amplio surtido y la calidez en la atención a los clientes. Hace meses estaba internado por un cuadro irreversible.
Era el dueño del tradicional Bazar Martín, que inauguró en 1966 sobre la calle Colón al 600. Hace meses estaba internado por un cuadro irreversible.
Sencillo, afectuoso, sincero y recto. Así era Martín Ferrari, un vecino y comerciante de gran corazón que supo ganarse el respeto y el cariño de todos los que tuvieron la suerte de conocerlo, a quienes hoy apena su partida. Con 91 años y un cuadro de demencia senil por el que se encontraba internado desde hace meses, su luz se apagó este jueves a la madrugada.
En su juventud había trabajado en una ferretería y bazar en Florida, donde vivía. Esa primera experiencia laboral duró apenas un mes. Después entró en la empresa Siemens, que hacía aparatos de control para el Ejército. Más adelante abrió con sus padres una ferretería a una cuadra de su casa, con la que le iba bien, pero por circunstancias familiares decidió cambiar de planes.
«A mi mamá le agarró un ataque de presión, quedó paralítica y mi papá no pudo ir más al local. Por orden del médico nos vinimos a Escobar, para que ellos estén más tranquilos. Con la plata del negocio compramos un campo, donde trabajé 10 años hasta que abrimos el bazar», recordaba en una de sus últimas entrevistas.
Así, el 7 de julio de 1966 abrió sus puertas el célebre Martín Bazar, sobre la calle Colón al 600, a metros de la avenida Tapia de Cruz. «Cuando llegamos estábamos al lado de Fredy González, que tenía Henry Sport. El lugar estaba abandonado, era una losa llena de chapas y tuvimos que arreglarlo todo. Había mugre por todos lados. Me acuerdo que en la misma cuadra recién estaban construyendo el edificio de Telecomunicaciones (ex Entel)», apuntaba Ferrari sobre aquellos inicios.
En los primeros tiempos el local era atendido por su esposa, Rosa, a quien él le atribuía el mérito de saber relacionarse con los clientes. «El éxito que tuvo el negocio tengo que compartirlo con mi señora, ella tenía pasta. Era una amiga para los clientes», afirmaba, con nostalgia por su compañera, quien falleció hace 28 años. Por esas cosas del destino, a él la muerte le llegó justo el día en que cumplían 65 años de casados.
Si algo distinguió a Martín Bazar, además de su amplio surtido, fue la calidez en el trato con la gente y ese aire familiar siempre presente en el ambiente. Con su hija Cecilia, su cuñado «Bocha» y sus nietos, Ferrari logró que el negocio mantuviera esa esencia que lo hizo distinto, único.
También fue un hombre de profunda fe y devoción católica, de activa participación en los grupos que se formaban en la parroquia Natividad del Señor.
Una de sus últimas grandes alegrías seguramente haya sido celebrar las bodas de oro de su bazar, en julio de 2016. “Es una alegría seguir viniendo, me encuentro con personas que son clientes de toda la vida”, decía. Y también revelaba su fórmula para mantener cinco décadas de vigencia: «Hay que tener conocimiento y formación: mirar el lugar, ver qué poner, saber del rubro. Sin fundamento no se puede. Y la buena atención es fundamental».
Pinceladas para recordar a un hombre de bien que hoy ya es parte de la historia de la ciudad, pero que seguirá vivo en el recuerdo de quienes lo conocieron y cuyo legado sus familiares sabrán mantener bien en alto, como él merece. Hasta siempre, Martín.
Por Ciro D. Yacuzzi
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