El violento desalojo de 70 familias de un predio en Villa Alegre derivó en piquetes

A las 7 de la mañana de este lunes, un asentamiento ubicado en las calles Falucho y Beruti -a 500 metros de la avenida San Martín-, en Villa Alegre, fue invadido por policías, oficiales de Infantería y de Caballería que llegaban para desalojar a las más de 70 familias afincadas en el predio, de una hectárea.

Rápidamente tomaron algunos datos y dieron dos horas de plazo para que los ocupantes de las casillas y de las viviendas precarias sacaran sus pertenencias antes del desalojo. Luego del tiempo estipulado, los usurpadores de los terrenos miraban incrédulos cómo a fuerza de topadoras demolían lo que por ocho meses habían sido sus techos.

Paola García es hija de Juan Carlos, la persona que durante 33 años cuidó esos terrenos. El hombre tenía un arreglo con el padre de Eduardo Talarico, quien era el dueño del lugar hasta que falleció y su hijo lo heredó. “Nosotros vivimos acá de toda la vida y nunca tuvimos problemas. Pero recuerdo perfectamente el 10 de julio del año pasado, porque estábamos festejando mi cumpleaños: empezamos a ver cómo los usurpadores iban avanzando. Se metían por el fondo, tomaron los terrenos, hicieron como tajitos de hormiga y entraron”.

“Nosotros nos desesperamos porque fue en cuestión de segundos. Yo lo llamé a Talarico pero no pudimos hacer nada. Después vino la policía, pero tampoco pudieron actuar. Ahora pasaron ocho meses y la gente ya había construido sus casas, pero hoy les tiraron abajo todos los sueños. Y no solamente los de ellos. Los nuestros también, porque demolieron la casa donde mi padre vivió durante 33 años”, contó Paola a El Día de Escobar.  

Según García, la orden de desalojo llegó dos días antes, pero pocos se enteraron. El domingo el rumor empezó a correr por el asentamiento con más fuerza y por eso la mayoría de la gente llegó a sacar sus cosas. “Lo de esta mañana fue terrible, no nos dieron tiempo a nada”,  aseguró.

Algunos se resignaron, no era la primera vez que vivían una situación similar; otros salieron a las calles de Escobar a desahogar su bronca. En horas del mediodía los piquetes con gomas quemadas sorprendieron a los automovilistas, a quienes les costó mucho tiempo encontrar una vía de escape. El primer corte de calle se produjo sobre la avenida San Martín, durante varias horas, a la altura de la entrada a Villa Alegre. Luego, la protesta se trasladó hacia Villa Vallier, complicando aún más el tránsito.

Entre piquete y piquete, los manifestantes llegaron a las puertas del Palacio Municipal,que desde las primeras horas de la tarde había estado custodiado por más de una docena de policías. Allí no fueron recibidos por ningún funcionario, ya que no tenían audiencia solicitada, según indicó a este medio un vocero oficial. Del mismo modo, aseguró que recibirán a los desalojados si piden una entrevista formal.

Pero los cortes de calles no quedaron ahí. Cerca de las ocho de la noche salir o entrar de la ciudad fue un verdadero caos, ya que un puñado de manifestantes cortó la ruta 25 a la altura de Panamericana y todo el tránsito tuvo que desviarse hacia el puente de Inmigrantes en medio del apagón que provocó la fuerte tormenta.

Los que quedaron en el predio de Villa Alegre hacían lo imposible por rescatar lo poco que les quedaba. Cargaban restos de maderas y chapas quebradas al hombro. El ruido de los martillos provenía de los que tenían casitas de material y trataban de recuperar los ladrillos que habían quedado sanos luego de la demolición transportándolos en carretillas. De algunas de las casillas de madera salían delgadas columnas de humo, porque lo que sus dueños no podían salvar prefirieron quemarlo.

El expediente judicial está en manos del fiscal Christian Fabio y la orden de desalojo la impartió el Juzgado de Garantías Nº 3, a cargo del juez Luciano Marino. En el operativo participaron unos 130 efectivos de la comisaría Escobar 1ra y localidades aledañas, del Grupo de Apoyo Departamental, Infantería y Caballería.

La imagen era la de después de un bombardeo. La gente deambulaba por ahí y en las calles aledañas se veían camas, heladeras y muebles que no tenían adónde ir. Antes del atardecer el cielo se estaba poniendo negro en Villa Alegre. No cabían dudas, se venía una tormenta.

Por Florencia Alvarez