SR. DIRECTOR:
Esta carta se origina en la experiencia vivida con la enfermedad que me quitó a mi padre de mi lado.
Durante el verano de este año, mi padre, un tipo lleno de vida, sufre un AIT (Accidente Isquémico Transitorio), yo estaba de vacaciones y la sabia intervención de mi madre logró que tuviera una rápida atención y el cuadro revirtiera. Mientras estuvo internado en la clínica de su obra social lo estudiaron muy bien, tratando de detectar el origen de este cuadro, y todo aparentemente estaba normal, por lo que rápidamente se retiró de alta.
A los pocos días llegó de vacaciones y con gran sorpresa veo los estudios, que estaban normales, salvo una Rx de tórax de muy mala calidad técnica. Mi primera pregunta fue, el único origen del TIA es embólico, por lo que pedí una TAC y el día de su cumpleaños me entero que tenía un tumor de pulmón. Este es el primer punto donde uno se pregunta si a los profesionales que lo vieron no se les ocurrió nada más para averiguar o como trabajan en un lugar manejado por una obra social no tienen libertad de investigar y comienzo a interrogarme si es bueno o no ser médico en estos casos.
Luego de este primer diagnóstico comienzan los estudios que debo, reconocer, los logré rápidamente por amistades, porque si esperaba a la OS quién sabe si tendría diagnóstico.
Con todo en la mano y la negativa de tratamiento quirúrgico busqué un centro donde se pueda hacer todo sin necesidad de recorrer distintos lugares para cada etapa de tratamiento, y así fue. Creo que tomé la peor decisión de mi vida: lo llevé al Hospital “FRIO”, lo recibió una oncóloga que impresionó muy simpática, vio los estudios y le ofreció ingresar a un protocolo donde le harían radio y quimio con lo último que había en tratamiento, las drogas eran conocidas y el trato personal estando en protocolos de investigación es óptimo, así que firmamos el consentimiento.
A partir de ese momento comenzó con los estudios para saber si calificaba para el protocolo y se perdieron unos cuantos y preciosos días. Con todos los estudios en la mano la oncóloga me dice que no califica para el protocolo por los ganglios mediastinales, que ya los tenía en la TAC que le llevé el primer día, me explicó la gravedad del caso, cosa que no fue una sorpresa, y también me dijo que en definitiva no era para realizar ningún tratamiento.
Después de masticar un rato la situación la llamo y le pregunto alternativas, y me informa la posibilidad de un tratamiento con anticuerpos, pero para eso se necesita un marcador y una muestra de médula que en este Hospital no se podía hacer porque había mucho trabajo, que busque dónde hacerla. Por supuesto que se realizó la punción en mi consultorio, a cargo de un médico que vino exclusivamente para eso y yo lo ayudé. Los marcadores se pidieron y, claro, por intermedio de otro oncólogo se pidió la medicación y se resolvió realizar radioterapia que según datos previos de la doctora no se podía.
Bueno, todo no se llegó a hacer porque la radioterapia la tenía para el día que falleció y las drogas llegaron a su casa 72 horas después (parte de la burocracia).
Bien, creo que luego de este relato entenderán por qué por momentos me siento avergonzado de pertenecer a la comunidad médica. ¿Cómo puede ser que en el hospital donde yo trabajo los médicos juntan muestras para los pacientes, consiguen turnos a través de contactos personales porque por la vía normal es casi imposible, sacan dinero de sus bolsillos para estudios que definan diagnóstico y en algunos casos se trasladan en el vehículo del jefe de servicio por no disponer de ambulancia, y en el HOSPITAL UNIVERSITARIO FRIO, desde el momento que no ingresaste al protocolo, ya dejás de ser un paciente interesante y todo el engranaje deja de moverse porque se acaba el “COMBUSTIBLE” que lo mueve?
Podés disponer de la mejor cama eléctrica, una excelente vista desde la ventana, lindos uniformes, plasma en la pared. Pero si el que te asiste no está comprometido con vos y solo te ve como un eventual cliente, la posibilidad de que mejores solo depende de vos, tu familia y Dios, si crees en él.
(Esta es una experiencia personal con oncología, no puedo englobar al resto de los servicios)
Dr. Leonel Di Paola
(Belén de Escobar)
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