Correntino de nacimiento y escobarense por elección, Ricardo Pucheta se consagró bicampeón del 48º Festival de Doma de Jesús María en la categoría crina limpia, convirtiéndose de esta manera en el mejor jinete de la Argentina.
Este fibroso hombre de 34 años, oriundo de Sauce pero desde hace ocho años radicado en Belén de Escobar, es el nuevo orgullo de la ciudad de la flor. Sin embargo, con la humildad de los grandes, no se agranda y mantiene bien firmes los pies sobre la tierra.
El domador sauceño llegaba a Buenos Aires hace 13 años “con la intención de probar suerte y progresar”, como la mayoría de los migrantes. Después de estar un tiempo trabajando y viviendo en San Martín, llegaría a Escobar de la mano de un cuñado que le ofreció trabajo de parquista en el barrio privado Setiembre. A partir de ese momento -pasaron ya ocho años- Ricardo se afincó en estos pagos y tiempo después estaría cumpliendo el sueño de vivir haciendo lo que más le gusta: domar caballos.
Desde hace dos años y medio que trabaja como domador de caballos para salto en el Haras La Cuadra, en Loma Verde, y a raíz de ser bicampeón del campeonato de jineteada más importante del país recorre la Argentina contratado por distintos festivales con un buen caché, exponiendo sus destrezas sobre el lomo del reservado. “Más no puedo pedir, ¿quién no querría trabajar en lo que más le apasiona?”, le planteó con inocultable felicidad a EL DIA de Escobar.
El mejor jinete argentino actualmente vive en una quinta -es el casero- de la calle Las Heras, con su mujer Sonia Fernández y sus dos hijos, de 8 y 7 años. Cuenta que este año “por suerte” pudo llevarlos a todos a la ciudad cordobesa para que disfrutaran del espectáculo. “Dar la vuelta al campo después de recibir la coronación ante 40.000 personas y con tu familia presente es algo espectacular y una forma de devolverle todo su apoyo”, expresó. Además, en las gradas estuvieron viéndolo su madre y su padre -de igual nombre-, quien en el año 1975 se convirtió en el primer correntino en ganar Jesús María. “Jinete no se hace, se nace”, afirmó contundente el domador correntino.
Ganador de punta a punta
Si bien Ricardo Pucheta se consagró campeón en la categoría crina limpia -la más difícil- del 48º Festival de Doma y Folclore de Jesús María el sábado 12, ya tenía el título prácticamente en el bolsillo desde dos días antes, porque le había sacado doce puntos de ventaja a su escolta. “Es decir, un caballo adelante a falta de dos jornadas, y era muy difícil que me alcance”.
Más allá del prestigio y el reconocimiento de los pares -lo más importante- que obtiene un jinete por triunfar en el tradicional campeonato de Jesús María, el premio no se reduce a esas valoraciones positivas. El residente escobarense se alzó con un cheque de $21.090, la rastra de plata y oro -una especie de cinto-, dinero en efectivo, esculturas de caballos, plaquetas, una pata de jamón y trabajo asegurado, al menos por un año, en las distintas jineteadas del país.
“Salir campeón dos veces seguidas quiere decir que uno no ganó por casualidad y eso habla muy bien de uno como domador”, aseguró Pucheta, orgulloso y sin ánimos de presumir.
El templo de la jineteada
El tradicional evento veraniego de Jesús María no sólo ofrece al público la oportunidad de ver y escuchar a los artistas folclóricos consagrados -entre ellos La Sole, León Gieco, Abel Pintos y Jairo- sino también el campeonato nacional de jineteadas, que está dividido en tres categorías: crina limpia -la que ganó Pucheta-, gurupa sureña y bastos con encimera.
Los ganadores en cualquiera de estas categorías reciben un respeto mayúsculo por sus pares debido, básicamente, al prestigio irrefutable que engloba el festival de doma más importante de Argentina.
Igualmente, no todo es color de rosas para los domadores. “Es un deporte de alto riesgo y somos conscientes de ello. Yo perdí la visión de mi ojo izquierdo en 2002 y un riñón compitiendo en el año 2007”, contó Pucheta.
También hizo referencia al excelente trato que reciben los caballos que se utilizan para la doma e instó a las personas que “critican sin saber” a esta práctica antiquísima “a mirar cómo se cuidan estos caballos, que si no van a la jineteada terminan en el frigorífico”.