El 31 de mayo de 2003, días después de la asunción de Néstor Kirchner, un José Pablo Feinmann eufórico por este suceso escribe en la contratapa de Página 12: “Un flaco como cualquier otro”, y anticipa certeramente todo lo bueno que vendría: “por fin un flaco que leyó a Jauretche, a Cooke, a Fernández Arregui… un flaco de la JP… sospecho que hasta leyó Envido”, la mítica revista universitaria de los ‘70 escrita entre otros intelectuales por el propio Feinmann y Horacio González. “Con un ojo nos mira a todos, pero con el otro, con el sartreano, mira de costadito a Cristina”. Culmina y hace referencia al filósofo francés Jean-Paul Sartre.
Al poco tiempo, esta nota llamó tanto la atención de Kirchner que convirtió a Feinmann en su consejero y amigo. Hasta donde duró, hasta donde dura la relación de dos hombres de carácter, cultos y dispares.
El Elegido en Escobar no leyó a Jauretche y a Fernández Arregui, menos a Cooke, no sé si perteneció a la Juventud Peronista y mucho menos a una de perfil setentista. Pero ganó de punta a punta en buena ley la primera elección de internas abiertas obligatorias primero y las generales después. Es cierto que no hubo alternativas de relevancia, pero la magnitud de la diferencia no deja lugar a dudas. Las elecciones fueron libres y limpias. Cualquier ciudadano voluntarioso que haya participado de una u otra forma del acto electoral lo sabe, las quejas no tienen justificativo.
Se podría decir que el Elegido llegó a la Intendencia de Escobar de la mano de un tirano, hoy recluido a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad (nada menos). Se podría decir que es la continuidad del régimen. Se podría decir que es un reciente afiliado y el presidente del Partido Justicialista que llegó a ese puesto con el menor esfuerzo. Quizá se podrá decir que no hay peronistas en su gabinete. Se podría decir que apoya a Daniel Scioli con cierta comodidad y disciplina, pero a Cristina con innegable incomodidad y disciplinado pero sin convicciones.
También hay que decir que la gente buscó su boleta en los cuartos oscuros. Había otras boletas de candidatos conocidos y desconocidos arriba, abajo, al costado, encima, hasta del mismo color, pero la gente no se confundió: buscó, encontró y votó las del Elegido.
Es cierto, a otro postulante lo dejaron con la boleta corta. Símbolo de que la nueva Ley Electoral aún sucumbe ante poderosas lapiceras. Un detalle a tener en cuenta si se quiere respetar su espíritu para que cualquier ciudadano o grupo con iniciativas pero sin recursos y sin aparato pueda acceder a postularse en las internas de los partidos políticos.
El Elegido ganó, y como dijo alguna vez el historiador Félix Luna sobre Perón: “daría diez años de mi vida por un día de Perón, el día que recibió el apoyo de todo un pueblo”. Si el pueblo apoya a un candidato es inobjetable, inapelable y muy respetable.
Con el triunfo de Cristina a nivel nacional, con cuadros militantes como Gabriel Mariotto encumbrado en la vicegobernación, con María Cristina Álvarez Rodríguez electa diputada nacional y la buena performance de una construcción transversal como la de Martín Sabbatella, siento la euforia de Feinmann en 2003. A nivel local, sobre Escobar, tengo el mismo escepticismo de 1999, cuando el régimen del hoy presidiario reinaba.
Sabemos que el Elegido de Escobar con un ojo nos mira a todos. Mi esperanza es que con el otro quizá, ojalá, pueda leer algo de Jauretche… de Cooke… como aquel “flaco” setentista y Cristina, su ojo sartreano, que torcieron el rumbo de la historia al igual que Evita y Perón, logrando para los argentinos hacer realidad la gran utopía del peronismo: “un pueblo feliz”.
Hasta la Victoria…
Por Ricardo Choffi
Agrupación Arturo Jauretche de Escobar
ricardo@jauretche.org.ar