Una curiosa y poco conocida anécdota sobre el entrañable bandoneonista porteño, al cumplirse el centenario de su nacimiento. Por Alfredo Melidore.
Nos encontramos transitando el centenario del nacimiento de quien fuera apodado por Julián Centeya como “El bandoneón mayor de Buenos Aires”. Y esto nos lleva a recordar a un querido vecino de Escobar, Adolfo Santos “Fito” Morales, quien había ido acumulando -casi desde su niñez- múltiples conocimientos sobre la vida y la obra musical de Aníbal “Pichuco” Troilo (1914–1975). Como enumerar los mismos sería tal vez muy extenso, hoy nos detendremos a comentar un vívido recuerdo que nos había contado oportunamente.
El hecho ocurrió a fines del año 1959, cuando el Club Sportivo Escobar preparó un gran baile para inaugurar su nuevo salón en su sede social, sobre la calle Colón, frente al campo de la estación. En esa época los directivos de la entidad blanquiceleste, con gran esfuerzo, contrataron para la ocasión, y así lo publicitaron en Escobar y pueblos circundantes, la actuación de Aníbal Troilo y su gran orquesta típica (téngase en cuenta que ya “Pichuco” era casi un prócer de la música popular porteña).
El esperado hecho, que concentró a una multitud de socios y simpatizantes, deseosos de participar del acontecimiento, se concretó “a medias”, ya que el día convenido sólo se hizo presente la orquesta y sus cantores: Ángel Cárdenas y el inolvidable “Polaco” Roberto Goyeneche, faltando a la tan esperada cita el “Gordo Triste” (como alguna vez lo bautizó el poeta Horacio Ferrer), aduciendo algún problema de índole familiar o de salud.
Fuera cual fuese el inconveniente, la dirección quedó en manos de un muy joven bandoneonista llamado Ernesto Baffa, luciéndose en el piano Osvaldo Berlingieri y los demás integrantes de la recordada formación.
Por todo lo expuesto, esa frustrada visita de Aníbal Troilo a Escobar bien podría denominarse, como decimos en el título: “El día que Pichuco faltó a la cita”.
Nota: No obstante lo mencionado precedentemente, nos supo contar el querido amigo Manuel Álvarez (1919-2006), que trabajó durante muchos años como mozo en la Hostería “El Cazador” (cuando el propietario de ese prestigioso restaurante era el ciudadano húngaro don César Rusicka), que a comienzos de la década de los años 50, un domingo al mediodía llegó a ese emblemático lugar Aníbal Troilo para almorzar con otros músicos amigos y, como dicen era su costumbre, a la hora de pedir la cuenta, “Pichuco” abonó el total de lo consumido dejando una generosa propina para los mozos.
Por Alfredo Melidore
* historiandoescobar@hotmail.com
Fuente documental consultada:
Nota “El rincón de la tradición oral” – “El día que ‘Pichuco’ faltó a la cita” – por Alfredo Melidore – revista Historiando Escobar – AÑO I – Nº 9 – Escobar – Diciembre de 2006.
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