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El basural de la isla, la contaminación silenciosa

basural1 El OPDS aún no determinó el daño causado al medio ambiente por Transportes Olivos. Mientras tanto, miles de toneladas de residuos siguen descomponiéndose bajo tierra. Un humedal que sufre y por el que ya pocas voces reclaman.

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El interior del basural, en diciembre de 2004 (fotos: Tomás Castro)

Así como no es cierto que muerto el perro se acabe la radia, que el basural isleño se encuentre clausurado desde hace un año no significa que, por ello, haya dejado de contaminar. Por el contrario, si contaminaba, continúa haciéndolo y aún peor. Todavía hoy, el Organismo Provincial para el Desarrollo Sustentable (OPDS) no concluyó sus estudios para determinar si el predio de la empresa Transportes Olivos daña al medio ambiente y en qué medida. Mientras tanto, esas miles y miles de toneladas de residuos, acumulados durante una década, siguen ahí, bajo la tierra. Pero, eso sí, ya no largan tanto olor. Quizás por eso muchos vecinos hayan dejado de quejarse airadamente como lo hacían hasta el 20 de junio de 2008, en consonancia con un gobierno municipal que tampoco tiene al tema en su agenda de asuntos prioritarios.

“Ahora están echándole tierra arriba para ir generando una capa impermeabilizante y taparlo, pero la basura sigue largando ese jugo lixiviado que, lógicamente, sigue contaminando. Y si a eso le agregamos que se siguen descomponiendo residuos patológicos e industriales, que se siguen generando combustiones internas y que toda esa basura debe estar produciendo gases de tipo metano, el día de mañana podría ocurrir una explosión de todo el predio. Es una posibilidad, una hipótesis, porque no tiene chimeneas de venteo ni cañerías de flujo de lixiviados. Todo lo que se produce ahí está yendo al acuífero”. La voz corresponde a Héctor Magnani, uno de los miembros fundadores de la Asociación Ambientalista de Escobar (AAPE), creada, justamente, tras las primeras movilizaciones de 2007 contra el relleno sanitario de Transportes Olivos.

La empresa, en cambio, sostiene su inocencia: “El relleno sanitario está bien gestionado y no produce contaminación”, aseguró a DIA 32 su gerente, Fabio Chiarbonello.

DOS AÑOS ATRAS

Durante años, la existencia del basural de la ruta 25 -a un kilómetro del Río Luján- pasó casi inadvertida para el grueso de la población escobarense. Sin embargo, Transportes Olivos se había instalado allí a mediados de los ’90 y a fines de 1998 consiguió que el Concejo Deliberante le autorizara, mediante la ordenanza 2878/98, la recepción de residuos sólidos urbanos de otros distritos durante quince años. Por ese entonces, sólo la ONG Escodelta ponía el grito en el cielo denunciando el ataque al equilibrio ecológico de la isla y la contaminación de la primera napa subterránea, de donde se extrae el agua para el consumo, a causa de los líquidos lixiviados expelidos por los residuos.

Pero en el verano de 2007 algo cambió: de pronto, los pestilentes olores que venían soportando los pocos lugareños y la comunidad de la escuela 22 -ubicada a mil metros del basural- empezaron a llegar hasta las narices de los vecinos de El Cazador. Y más de una vez, también al centro de la ciudad.

La acumulación de hartazgo e indignación de tantos afectados derivó en un gran cabildo abierto, en mayo, donde trescientos vecinos coincidieron en exigir a las autoridades el cierre del predio. El reclamo se prolongó varios meses: hubo más reuniones -ya con menos asistentes-, marchas, jornadas de concientización, presentaciones judiciales, audiencias con funcionarios y otras acciones, hasta que el 20 de junio de 2008 llegó el día esperado.

Sorpresivamente, el OPDS dispuso una inspección del depósito de Transportes Olivos y le aplicó la “clausura preventiva” por “deficiencias en el tratamiento y la gestión de los residuos”, al comprobar “irregularidades con la cobertura en el frente de descarga y el tratamiento de los líquidos lixiviados”. También se sostuvo que “contaminaba gravemente las vías hídricas y el suelo y subsuelo, tanto en las zonas de instalación y deposición como en las adyacentes”. Además, el lugar no contaba con el estudio de impacto ambiental correspondiente, según la información oficial que se suministró a los medios tras el procedimiento.

La versión completa de este artículo se encuentra publicada en la edición de julio de la revista DIA 32 (disponible en todos los kioscos de diarios y revistas del partido de Escobar).

Yael Duckwen

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