Su apellido fue sinónimo de los mejores helados artesanales de la ciudad. Tenía 78 años.
Víctima de una severa infección que lo tuvo a maltraer durante el último tiempo, falleció este domingo el conocido comerciante escobarense Oscar “Cacho” Basso, a la edad de 78 años.
Su deceso se produjo en horas de la mañana en el sanatorio San Carlos de Maquinista Savio, donde había sido internado de urgencia. Días antes había recibido el alta médica de esa misma clínica, según señalaron a este medio fuentes oficiosas a El Día de Escobar.
Los restos de Basso serán velados en la cochería de la avenida San Martín, hasta recibir cristiana sepultura durante la jornada de este lunes.
Oscar Antonio Basso había nacido en Paraná, Entre Ríos, y llegó a Escobar en 1949. Antes de dedicarse a la elaboración y comercialización de helados artesanales, durante sus años mozos trabajó en un horno de ladrillos del barrio El Matadero y en una fábrica de tejas.
Cuando finalizó el entonces servicio militar obligatorio, junto a otro joven le compró el buffet del Club Independiente –luego “Jet Set” y ahora “Del Polaco”- a “Pichón” Ortelli. La sociedad duró tres años y tres meses.
Por consejo del fiambrero de enfrente, Aldo Bartoli, a los 25 años Basso decidió abrir un local de “El Cafetal” en Tapia de Cruz 853, al lado de las vías del ferrocarril, que inició sus actividades el 20 de septiembre del 1957.
Aprendió de Pedro Vallier -el creador de los pollos al barro- el oficio de fabricar helados, que pronto se convirtió en su medio de vida y gran pasión. Así, agregó a los cafés la venta de exquisitas cremas frías en verano.
“Por esa época los únicos que vendían helados eran una señora y un hombre que llevaba su carrito con el caballo. Después estuve quince años trabajando solo, tenía dieciocho puntos de venta”, rememoraba Basso en una entrevista con la revista Escobar Florece, en mayo de 2009.
En 1987, Basso abrió un segundo local de su heladería sobre la calle Rivadavia, a metros de la terminal.Ya desde 1980 vendía helados durante todo el año.
Mientras que su hija Carina Alicia escogió tomar otro rumbo y estudió administración hotelera, sus hijos Sergio y Gustavo decidieron acompañarlo en la actividad y se encuentran al frente de ambos locales.
Para Basso, la elaboración de sus exquisitas cremas heladas era un ritual placentero y un alimento espiritual. “Es un hobbie que me da vida. Si me sacás el helado, me muero”, había revelado el hombre cuyo apellido significó durante décadas el mejor helado artesanal escobarense.
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