Sus víctimas eran colegialas de entre 14 y 17 años, a quienes engañaba ofreciéndoles trabajo. Las llevaba a un descampado, las amenazaba con un cuchillo y las sometía.
Un hombre de 36 años fue arrestado en Garín acusado de al menos 23 hechos de abuso sexual contra colegialas de entre 10 y 18 años ocurridos desde agosto de 2012 en el partido de Escobar.
La detención del abusador, apodado “El Chacal”, se concretó a partir de una denuncia radicada el pasado 6 de marzo, luego de la cual se comprobó su participación al realizar una prueba de cotejo de ADN con una muestra de semen en las ropas de la denunciante.
Más tarde, otras 22 víctimas de casos ocurridos desde agosto de 2012 identificaron al detenido como su agresor en rueda de reconocimiento.
Fuentes policiales indicaron que el individuo se desplazaba en moto -en ocasiones un scooter y en otras una tipo enduro-, iba a la puerta de los colegios y con el “verso” de ofrecerles trabajo convencía a adolescentes de 14 a 17 años para que lo acompañaran.
La mayoría de las chicas, tentadas con la propuesta de repartir volantes para una casa de cosmética, confiaban. Todas cayeron en la misma trampa. Diego Edroso, alias “El Chacal”, las llevaba a una zona descampada, allí las amenazaba con un cuchillo, las manoseaba y las forzaba a tocarlo. En varias oportunidades también intentó acceder carnalmente a sus víctimas.
De acuerdo con el relato de las fuentes, en esas ocasiones vecinos que observaron lo que ocurría salieron en defensa de las jóvenes y evitaron la violación.
Como en las películas, el teléfono celular terminó delatando al depravado. Los peritos pudieron detectar qué teléfono se activaba en la puerta de los colegios y se repetía en los descampados de los ataques sexuales.
Entonces, llegaron a él y lo apresaron. Esto ocurrió el jueves 13 de marzo, pero las autoridades lo mantuvieron en reserva hasta reunir la mayor cantidad posible de elementos acusatorios. En ese tiempo, la fiscal Paula Gagiotti y la DDI de Campaba obtuvieron una prueba fundamental: ADN que incriminaba al acusado en los cuerpos de sus víctimas. La prueba genética fue lapidaria. Los reconocimientos en rueda, también.
Como siempre pasa con esta clase de atacantes, Edroso tenía una doble vida: casado, cuatro hijos, padre ejemplar. Por las tardes, un delincuente sexual, sin piedad.
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