“Si hubiera un poco de dignidad, la renuncia de Zaffirio no tendría que ser la única”. Escribe Jorge A. Derra.
La renuncia de la licenciada Zaffirio puso sobre el tapete la situación de la Defensoría del Pueblo.
Este instrumento de la democracia, advenido con la reforma de la Constitución del año 1994, llegó tarde al distrito, por capricho de Luis Patti. Cuando al fin se concretó, la forma que se eligió para hacerlo fue la peor: el pacto entre la corporación política.
El acuerdo entre el Intendente Guzmán, soldado inclaudicable de Patti; Roberto Costa, el legislador vitalicio en cámaras nacionales y provinciales que tiene el distrito; y Jorge Landau, el que mira para otro lado pero no deja de controlar al menos la mitad de la torta política de Escobar, resultó en la elección de la doctora Rocío Fernández, incondicional de Roberto Costa.
Sin hacer alusión a las condiciones personales de la elegida funcionaria, porque no corresponde, pero con la autoridad de haber sido uno de los pocos que alzó la voz contra el pacto espurio que arrasaría con la posibilidad de tener una Defensoría del Pueblo que genuinamente responda a los intereses del habitante del distrito, para favorecer los intereses de una corporación cada vez mas impúdica, corresponde decir que el cuestionamiento que hoy tiene la Defensoría es el resultado esperable del mencionado contubernio.
La formalidad de otorgar a la segunda minoría parlamentaria la facultad para nombrar a la Defensora no podía soslayar las condiciones en que se construyó esa segunda minoría, que hoy la encuadran en la ilegitimidad.
Roberto Costa es la esencia y el contenido de esa segunda minoría, ese es el núcleo de este asunto.
Cuando los legisladores de otros ámbitos acordaron otorgar a la segunda minoría esa facultad, esa posición estaba ocupada por un partido con trayectoria nacional y que realmente tenía una esencia política sólida, con la que se puede coincidir o discrepar, pero nunca ignorar.
El radicalismo y el peronismo son fuerzas políticas que, aunque nos generen disgusto, están claramente definidas y tienen representatividad actual, pasada y futura. Muy distinto es el caso de la fuerza política que se alzó con la Defensoría en Escobar.
Roberto Costa ha sido el líder indiscutido del radicalismo durante unos doce años, hasta que decidió dejar de serlo, porque el viejo partido de Irigoyen y Alem ya no le aseguraba los votos que necesitaba para sostenerse.
En efecto, desde el año 1999 hasta la fecha, el radicalismo como tal, ni en algún frente, no ha podido acceder al piso que le permita ocupar una banca en el HCD.
Costa acompañó esa malaria con un malabarismo político que le permitió, por ejemplo, en 2005 ser elegido diputado nacional con el 2,5 % de los votos en su distrito.
Ante esta situación de pobreza electoral, abandonó su viejo partido y armó un engendro a nivel local, con dos concejales que le robó al pattismo en 2006.
Luego, en 2007, se subió al carro triunfador del kirchnerismo, se encubrió en una lista colectora y alcanzó a arañar dos concejales, esta vez con los votos que le acercó el fenómeno electoral que en ese momento se llamó “El huracán Cristina”.
Envalentonado y siguiendo la estrategia de su jefe político, Gustavo Posse, enrolado en el cobismo, rompe con el kirchnerismo en el marco de la disputa por la resolución 125, y siguiendo una estrategia nacional en 2009 vuelve a participar en el distrito, con su ave tránsfuga, en el contexto del acuerdo Cívico Social de Lilita Carrió, el socialismo o parte de él, la aparición del GEN de Margarita Stolbizer y algún otro sector.
El resultado fue contundente. Otra vez el político de proyección nacional y provincial, que esta vez era candidato a senador provincial, no alcanzó el piso mínimo en el distrito, siendo relegado por tres listas: la del oficialismo y dos que compitieron con De Narváez como referente provincial.
Así, desaparece técnicamente la segunda minoría, construida en su momento con concejales del pattismo, y a posteriori con votos acercados por la Presidenta al diestro dirigente radical.
En este contexto, queda claro que el ave tránsfuga, que no es ni radical, ni vecinalista, porque está en el Concejo con los votos del peronismo, es un ilegitimo portador del título de segunda minoría parlamentaria. Y si en esta vapuleada política hubiera un poco de dignidad, la renuncia de Zaffirio no tendría que ser la única y esa fuente laboral para los correligionarios y compañeros del AVE, llamada Defensoría del Pueblo, tendría que tener un profundo sinceramiento y dejar la puerta abierta para una nueva conformación, que represente con mas legitimidad la voluntad del pueblo escobarense.
Por Jorge A. Derra
Ex concejal Frepaso (1990-2003) y militante social
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