Los daños contra las vidrieras marcan tendencia en el centro comercial. El Girona volvió a sufrirlo.
Con una visibilidad pública menos evidente que las inscripciones y manchas en aerosol que atestan las paredes escobarenses, la rotura de vidrieras en el centro comercial de Belén empieza a tornarse en un hecho tan común para los vándalos como dañoso para sus víctimas.
Sabido es que esta situación -tipificada penalmente como delito de “daño”- no es nueva. Pero al parecer no para de crecer en repeticiones, o al menos es incontrolable, aún pese a la colocación de cámaras de seguridad en las principales calles de la ciudad.
Sin ir más lejos, los vidrios del céntrico bar “María Pía”, ubicado en una de las esquinas de la plaza San Martín, son uno de los blancos predilectos de piedras y otros elementos romos arrojados generalmente por noctámbulos adolescentes.
Quizás por no tratarse de “un comercio más”, que de estas desaprensivas conductas de una juvenil minoría descarriada también sea víctima un teatro -por segunda vez en un año- como el Girona, provoca una sensibilidad aún mayor ante esta problemática, cuya erradicación ni siquiera parece posible en las zonas monitoreadas por las cámaras de seguridad.
“El sábado a la madrugada una vecina vio que había un grupo de cinco muchachos en la esquina de César Díaz y Asborno y cuando entró el garaje escuchó la rotura de un vidrio”, relató a El Día de Escobar el propietario del teatro, Edberto “Cacho” Sureda, más dolido que indignado por el suceso.
Por Ciro D. Yacuzzi
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