Lo que comenzó hace un año como una pequeña feria americana semanal devino en un centro de venta informal a cielo abierto, que funciona todos los días y donde se puede encontrar de todo. Incluso cosas robadas. El comercio ilegal no para de crecer.
Lo que comenzó hace un año como una pequeña feria americana semanal devino en un centro de venta informal a cielo abierto, que funciona todos los días y donde se puede encontrar de todo. Incluso cosas robadas.
Necesidad, viveza criolla, desidia estatal y la lista continúa. De un tiempo a esta parte, el campito de la estación de Escobar se convirtió en asiento de una exuberante feria americana que sigue creciendo a la vista de todos y a metros del centro comercial de la ciudad.
La movida comenzó hace un año, cuando un grupo de mujeres decidió tirar sus mantas al pasto todos los viernes para vender prendas familiares en desuso y artesanías de su autoría. “La idea era hacer algo tranquilo para llevar un manguito extra a la casa porque la mano está dura. Al principio estaba todo bien, porque éramos pocas y nos conocíamos todas, pero después empezó a venir gente de otro lado y se desvirtuó todo”, contó a El Día de Escobar
una de las pioneras de esta iniciativa.Ante la falta de control municipal en la emblemática plaza, el asunto empezó a tomar otra dimensión. A la indumentaria y otros elementos caseros ofrecidos a precios accesibles a los transeúntes, se le fueron sumando alimentos, juguetes y productos que nada tienen que ver con las añejas ferias del baúl, tan de moda por estos tiempos.
“La feria creció, el campito fue quedando chico y ahí empezaron las discusiones por el espacio para vender. Ya no era lo mismo y por eso las primeras feriantes nos alejamos un poco. Además, algunas mujeres hasta son capaces de pegarte si no te corrés”, agregó esta ama de casa escobarense, indignada por la degeneración del objetivo inicial.
Pero la historia no termina ahí. “Ahora ofrecen hasta cosas robadas y hay rateros dando vueltas para chorear algo. Yo fui a vender un par de veces y dejé de ir porque no se podía tolerar el olor que tenían algunas ropas, un asco. La falta de organización y la propia gente arruinó algo que servía”, expresó por su parte un feriante de larga trayectoria.
Por supuesto, los comerciantes de la zona están que trinan de indignación. “Nosotros tenemos que pagar mil impuestos para poder trabajar y mantener el negocio en regla y esta gente se te tira al piso y vende sin problemas. La Argentina es el país del revés”, rezongó uno de los perjudicados.
¿El Municipio? Bien, gracias. Después de algunos operativos fallidos para desalojar a las feriantes, no exentos de altercados, la labor oficial se circunscribió a la colocación de una cinta de seguridad, cual escena policial, para delimitar el perímetro disponible, aunque pocos respetan ese límite.
“Yo vengo a vender para poder darle de comer a mis hijos”. Así, y bajo la legítima excusa de la necesidad, cientos de mujeres de escasos recursos transformaron el lugar en una suerte de centro comercial ilegal a cielo abierto, que ahora abre sus mantas todos los días.
Escobar, en el top ten de la ilegalidad
La venta informal sigue aumentado considerablemente en todas las regiones y Escobar no está para nada exento a esta problemática. Según un estudio publicado en abril por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), la capital de la flor es la séptima ciudad del país con mayor cantidad de puestos ilegales, con más de 1.500 y un centenar de manteros en la vía pública.
A las ya conocidas saladitas y vendedores ambulantes, en el último año se sumó a la estadística esta gran feria americana, que funciona sin control municipal alguno y a metros del centro comercial escobarense.
Por Damián Fernández
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