Tenía 86 años y era considerado el maestro de la infectología en Argentina. Fue director del Hospital Muñiz durante 49 años, trabajó en todo el mundo y recibió incontables premios por su aporte científico. A nivel local, participó del Proyecto SANESCO.
Tenía 86 años y era considerado el maestro de la infectología en Argentina. Fue director del Hospital Muñiz durante 49 años, trabajó en todo el mundo y recibió incontables premios por su aporte científico a la especialidad.
Una triste noticia sacudió al mundo de la medicina argentina: a los 86 años falleció el prestigioso y multipremiado galeno escobarense Olindo Adrián Martino, una eminencia en el campo de la infectología, la medicina tropical y las patologías regionales. Su muerte se produjo el pasado miércoles 1º, aunque recién se conoció a partir de las últimas horas.
Nacido el 9 de julio de 1930, Martino se graduó de médico en la Universidad de Buenos Aires (UBA) a los 25 años. Lejos de conformarse, fue por más y en 1962 se doctoró en Medicina con la calificación de “sobresaliente”. Cinco años antes, en 1957, había alcanzado la especialización en enfermedades infecciosas, su gran pasión. Esa que lo impulsó, cuando todavía era un estudiante, en 1954, a la Guardia del Hospital “Francisco J. Muñiz” de la Ciudad de Buenos Aires, el lugar donde se hizo “hombre y médico”, según sus propias palabras.
Allí inició y terminó forjando una carrera notable: fue jefe de la Unidad de Consultorios Externos y, posteriormente, jefe de la Unidad de Patología Regional, Medicina Tropical y Zoonosis, cargó que ocupó hasta 2003.
Su interés por la infectología y la epidemiología lo llevaron a trabajar durante más de 17 años en zonas vulnerables de distintas áreas geográficas del país. En ese marco, además de médico rural, fue director de la Comisión Nacional para el Estudio de la Patología Regional Argentina con sede operativa en las provincias del Noroeste.
Su aporte a estas especialidades fue tan significativo que le valió numerosos laureles, distinciones y homenajes por parte de sus pares y las instituciones vinculantes.
Obtuvo siete premios universitarios. Recibió la Medalla de Oro al mejor Becario Latinoamericano en Medicina Tropical (1961). Fue nominado “Maestro de la Medicina Argentina” y “Maestro de la Medicina Latinoamericana”. Y en 1991 recibió el Diploma de Honor por la Embajada Argentina en Perú con motivo de la epidemia de Cólera.
En 1996 fue convocado como experto en Medicina Tropical por la ONG Médicos en Catástrofes para formar recursos humanos en Ruanda -África-, a través del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR). Y en 2003 recibió el premio Konex en Salud Pública.
Como si fuera poco, integró como Fellow Member la Interamerican Medical and Health Association -USA-, fue miembro titular de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, miembro correspondiente nacional en la Academia de Ciencias de Córdoba, miembro de la Academia Nacional de Medicina del Paraguay y de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Galicia -España-.
Además de brindar conferencias en diferentes congresos nacionales y extranjeros, durante su prolífica carrera Martino también se hizo tiempo para ejercer la docencia. Fue propuesto como profesor consultor de la materia Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Medicina de la UBA, y su experiencia docente incluyó universidades de prestigio internacional como la legendaria Oxford, en Inglaterra.
Para coronar un curriculum vitae tan extenso como fructífero, el prestigioso infectólogo escobarense publicó 88 trabajos científicos vinculados a sus especialidades médicas y escribió siete libros, cuyas recaudaciones por venta fueron donadas íntegramente al Hospital Muñiz.
“Nadie es profeta en su tierra”, reza la frase bíblica, y Martino da cuenta de ella. Es que si bien gran parte de su vida la transcurrió en el barrio Parque Belén, el galeno no tenía un consultorio en la ciudad y quizás por eso no alcanzó la popularidad y el merecido reconocimiento que tiene a nivel nacional. Su único acercamiento profesional con el distrito fue en 1995, cuando participó del denominado Proyecto SANESCO (Saneamiento Escobar), una iniciativa que alentaba la acción del Estado para mejorar la calidad del agua en las zonas más vulnerables.
Su muerte deja un vacío que, indudablemente, será muy recordado en el mundo de la medicina argentina. Sin embargo, su querida Unidad 9 del Hospital Muñiz, en donde se formaron a su lado destacados infectólogos, será de alguna manera la continuidad de su enorme legado docente y profesional.
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