Murió en su casa, mientras dormía. Nacido en Italia, llegó a Belén de Escobar cuando era adolescente. Fue un comerciante muy querido y un maestro en su oficio. “Me gustaría que me recuerden como un charlatán y laburante”, había declarado.
Murió en su casa, mientras dormía. Nacido en Italia, llegó a Escobar cuando era adolescente. Fue un comerciante muy querido y un maestro en su oficio. “Me gustaría que me recuerden como un charlatán y laburante”, había declarado.
La ciudad de Escobar perdió este sábado a otro personaje de esos que todos conocían, querido y respetado en cualquier lado donde iba: a los 82 años falleció Federico Ferlaino, el zapatero del pueblo, oficio que aprendió en su Calabria natal y que lo hizo tan conocido en la localidad que lo adoptó desde 1952, cuando llegó a los 14 años.
Junto a su padre había abierto su primera zapatería en la esquina de Colón y César Díaz. “Mi mamá era modista y papá zapatero. Yo aprendí con mi tío Carlos, que también le enseñó a mi padre. Era una cosa de locos lo que él sabía. Todos los zapateros de Escobar fueron mis discípulos, eran chicos cuando vinieron y yo les enseñaba”, le contaba Ferlaino a la revista DIA 32, que le entrevistó años atrás (ver nota acá).
Según cuentan sus allegados, Federico no despertó hoy por la mañana y así se marchó de este mundo, en su casa y lleno de paz. Cientos de amigos lo despidieron con mucha tristeza en las redes sociales. Dejó dos hijos, Angel y Gerardo, y cinco nietos; junto a su esposa, Susana, los amores de su vida.
Fumador empedernido -llegaba a consumir un atado por día-, amante del buen asado y las ricas pastas, como todo buen “Tano”. Gran jugador de billar y de truco, su padre había sido fundador del Club Italiano de Escobar y él fue vocal en distintas comisiones directivas.
Su lugar preferido era Córdoba: “Allá tomo mate en las sierras, me hago una costeleta vuelta y vuelta, una cerveza y me duermo una siesta”, confesaba, sobre sus gustos a la hora del descanso veraniego.
“Siempre fui honesto y dije la verdad, nunca le mentí a nadie. El que miente es un enemigo para mí”, aseguraba sobre sus valores.
Producto de la pandemia, no se lo solía ver tan seguido por la zapatería de su hijo Gerardo, del que estaba orgulloso que sea su heredero en el oficio. Igualmente, cada tanto se daba una vuelta por el local y charlaba con sus clientes, como siempre le gustó hacer.
“Le decía el otro día a mi señora que soy el más rico de Escobar. Me levanté, me afeité, tomé mate, un capuccino, reventé un cigarrillo y me fui a trabajar. ¿De qué me sirve estar lleno de plata y estar podrido en una cama?”, confesaba, con sinceridad, en aquella entrevista donde habló de todo.
“El día de mañana me gustaría que me recuerden como un charlatán y laburante. Con eso es suficiente”, sostenía. Así será: el “Tano” Ferlaino fue, es y será parte de la historia de la ciudad. Hasta siempre al zapatero más querido de Escobar.
Por Javier Rubinstein
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