Trabajó de enfermera y durante más de treinta años presidió la cooperadora de la Escuela Especial Nº501 de Escobar. Estaba internada por una neumonía.
A las seis de la mañana de este martes 3, Dolores Elvira Maturano de Maselli, popularmente conocida como Elvira, falleció en el sanatorio San Carlos de Maquinista Savio a raíz de una neumonía causada por una severa infección interna. Una ciudad entera lamenta la desaparición física de una de sus mujeres más queridas y respetadas.
Belén de Escobar despertó esta mañana con una triste y lamentable noticia. Es que Elvira Maselli, alma mater y por más de 30 años presidente de la Asociación Cooperadora de la Escuela de Enseñanza Especial Nº501, falleció tras arrastrar una severa infección interna que le provocó una neumonía fatal. Tenía 84 años.
Para la escuela a la que entregó todo su amor, fue un día de duelo y de un dolor inmenso, así como para tanta otra gente que tuvo el gusto de conocerla y conocer su humanidad. “Qué decir de una persona solidaria, que sin tener niños discapacitados en su familia ni que concurrieran a esta escuela, se abocó y dio todo su tiempo para que nada le faltara y para ver cómo se podía mejorarla”, expresó a EL DIA de Escobar
la docente Andrea Miranda, actual vicedirectora de la Escuela Especial “María Montessori”.“Uno piensa en Elvira y piensa en sus históricos locros del 9 de Julio, en los actos escolares, en las fiestas del Día del Maestro, en todos los eventos que organizó. Todo tiene un toque de ella en la escuela”, enfatizó, Miranda para quien “Elvira era la carta de presentación para que todo el mundo dijera, sí, sí”.
La escuela se fundó en 1968 y dos años después Elvira se acercó para comenzar colaborar activa y voluntariamente con su desarrollo. A principios de la década del ‘70 se encargó de conformar una comisión de mujeres para conseguir el edificio propio. Años después, el resultado de aquella lucha se sintetizaría en el valioso edificio de la calle Cesar Díaz 854, donde hasta hoy día sigue funcionando la escuela para chicos y jóvenes discapacitados.
Además, Elvira trabajó como enfermera en distintos centros de salud y durante años también colaboró fervorosamente con la Asociación Cooperadora del Hospital Erill, repartiendo así el tiempo entre su amor por los niños y la sanidad de la comunidad.
Una de sus últimas grandes alegrías fue en diciembre de 2011, cuando después de haber gestionado por más de 20 años la donación de terrenos, se concretó la apertura de la Escuela de Educación Especial Nº503 de Escobar, donde próximamente comenzará a funcionar el Centro de Formación Laboral (CFL) para jóvenes especiales, que era el mayor anhelo de su vida. “Lamentablemente no lo pudo ver en vida y es la deuda que tenemos con Elvira. Vamos a trabajar para que desde algún lugar del cielo lo pueda ver”, afirmó sentidamente Miranda.
“Yo creo que tenemos, que la escuela tiene ahora un ángel de la guarda más. Nos cuido acá y estuvo a nuestro servicio durante muchísimos años ofreciendo su buena voluntad y su alma solidaria, que creo nos va a cuidar desde arriba también”, dijo una de las mujeres que mejor la conoció.
“Tenía una familia de sangre pequeña pero una enorme familia del corazón, todo el mundo la conocía y todos la querían”, sentenció Andrea Miranda, y esa frase se reflejó al por mayor en la gran cantidad de personas que desde horas de la tarde se acercaron hasta la sala velatoria de la avenida San Martín para darle el último adiós.
Una mujer puro corazón
Dolores Elvira Maturano de Maselli, Elvira para todos, nació el 13 de mayo de 1929 en la provincia cuyana de San Juan. Años más tarde se mudaría junto a su familia a la ciudad chubutense de Comodoro Rivadavia, donde vivió gran parte de su infancia y adolescencia.
Ya mayor de edad y ejerciendo la profesión de enfermera, recaló en la Capital Federal donde trabajó, entre otros, en el hospital Zubizarreta. Más tarde formaría pareja con un hombre italiano, Amleto Maselli, con quien se vino a vivir a la ciudad floral dada su condición de isleño y dieron vida a Griselda, su única hija. A partir de allí comenzaría a dejar una huella imborrable en la comunidad escobarense.
Si bien su fallecimiento se debió a una neumonía causada por una infección interna, su salud estaba deteriorada desde hace algún tiempo. Siete años atrás había sido atacada ferozmente en su casa de la calle Moreno por un grupo de delincuentes mientras salvaba la vida de su marido. Le dañaron los intestinos y la obligaron a vivir con una colostomía.
Además, en 2010 sufrió un ACV que la dejaría físicamente disminuida y que se sumaría a sus problemas cardiovasculares y a la tristeza por el fallecimiento de su esposo.
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