Categorías: Sin categoría

“¡A esa mina la conozco!”

La Pérgola, sus clásicos personajes y otra historia recreada en la pluma de Juan Carlos Villalba.

Publicado por
– ¡A esa mina la conozco!, dijo A cuando la vio venir caminando hacia “La Pérgola”.
Por aquel entonces, “el piropo” preferido por los muchachos que frecuentábamos el boliche era sentarse en la vereda y aplaudir, sin hacer ningún comentario, a todas las minas que pasaban (y que estaban buenas).
Aquel homenaje a la belleza de turno, por lo general, provocaba una sonrisa de agradecimiento, aunque alguna se sonrojaba o apuraba el paso.
A aquella mujer que se acercaba, lejos de sorprenderla, el aplauso pareció estimular su andar.
Moviéndose al estilo de una estrella de cine, saludó elegantemente con una sonrisa y ante la sorpresa de todos, entro al boliche.
– A esta mina la conozco, repitió A.
II
– No puede ser… rezongaba Juanqui mientras servia el café. Todos los colifas vienen a parar a este lugar.
– ¿Que pasa Juan?, preguntó B.
– Esta mina esta loca…. dice que es Betty Boop.
– Ahhh…. ¿No te dije que la conocía?, dijo A.
– ¿Y  quiere actuar en “La Pérgola”…? Dice que canta y baila, agregó Juanqui.
– Y que cante… total…, dijo B, encogiéndose de hombros.
Aquel comentario denota el acostumbramiento al absurdo que teníamos todos los que frecuentábamos el bar.
Inmediatamente pasó a ocupar la piecita del fondo (la que sirvió de camarín y refugio a “Gomina”,  “Monsieur Lagaver”, “Roger” y a tantos artistas y muchachos que recalaban en “La Pérgola”).
Al otro día, un cartel anunciaba: “De Hollywood a Escobar  – Betty Boop”.
En un lugar donde lo disparatado parecía no tener límites, no dejó de sorprender un solo día.
Cantaba, hablaba y se movía como si fuera realmente el personaje de Max Fleischer.
La noche de su debut fue increíble, habían cortado la luz por falta de pago y “Juanqui”, haciendo gala de su inagotable creatividad, inmediatamente colocó un cartel: “Hoy, Gran Show a la luz de las velas”.
En la puerta, él mismo iba entregando a cada persona que llegaba una rosa y una vela encendida con la que tenía que ir hasta su mesa.
Así, con ese marco “chic” que la necesidad había creado, debutó con un éxito extraordinario la inolvidable Betty Boop.
Aquel recurso escenográfico  siguió utilizándose aún después de haberse pagado la factura.
Si algún día se construyera ahí (como alguien propuso alguna vez), donde estaba “La Pérgola”, el Boulevard de las Estrellas o el Paseo de la Fama (como en Hollywood, donde las estrellas tienen su nombre y las manos grabadas en el cemento) nuestra “Betty Boop” tendría el lugar más destacado.
III
De todos los personajes que dejaron su huella en el lugar, Betty Boop fue, a mi entender, el mas frágil y necesitado de cariño.
En poco tiempo se ganó el afecto de todos, cosa que no perdía oportunidad de agradecer.
– Bienvenidos a casa, decía cada vez que iniciaba su espectáculo. Les voy a dar mi corazón… ¿Ustedes me van a dar su amor?, preguntaba mimosa y suspirando profundo agregaba: Aire que sobra… por alguien que falta”, y comenzaba a cantar.
Tenía tanta ternura, simpatía y calidez aquella mujer, que en un lugar como “La Pérgola”, donde siempre se privilegió lo humano, cualquier crítica que pudiera hacerse a su show era inmediatamente superada o disculpada por esa condición.
IV
Al tiempo comenzaron unas largas y enternecedoras charlas telefónicas con un hijito que la esperaba, al que prometía mimar todo el tiempo, cuando regresara a casa.
Aquellas conversaciones no hubieran tenido nada de extraordinario sino fuera que el teléfono aquel llevaba varios meses inhabilitado por falta de pago.
Todos conocían aquel detalle, pero nadie se atrevió a hablar. Cada vez que levantaba el tubo, cada uno seguía con lo suyo como si no escuchara.
Cuando parecía que sería posible sostener aquella simulación indefinidamente, apareció el viejo Biondi y, al observar la escena, dijo con su enorme vozarrón.
– Ja, me quieren hacer creer que después de 6 meses pagaron el teléfono…
Betty Boop quedo paralizada. Se hizo un silencio sepulcral, profundo, tenso, tan incómodo que parecía interminable. Aquel clima fue interrumpido por Juanqui, que aprovechando el único sonido que se oía, dijo:
– Che Roger… te dije que arregles esa canilla, esa gotera me está volviendo loco, exageró.
Como un autómata, Betty Boop colgó el teléfono y se dirigió, caminando lentamente, a la piecita del fondo, donde toda la tarde se la escuchó llorar.
Esa noche, en su show se la notó muy triste, como desgarrada por tener que partir “en una gira organizada hacia mucho tiempo”.  Y aunque prometió volver, todos tuvimos la sensación de que jamás volveríamos a verla.
Al bajar del escenario pasó entre todos los que la aplaudíamos (esta vez, afectuosamente y con respeto) como si no nos viera (parecía Gloria Swanson en el final de “El ocaso de una vida”) y se perdió en la noche, mientras los aplausos seguían sonando.
Al otro día, el “Chivo” trajo una noticia que nos conmovió: “Anoche el tren mató a una mujer -dijo-, dicen que iba llorando”.
Nos quedamos en silencio, sin saber que decir.
– Voy a arreglar la canilla, dijo Roger.
Fin
Por Juan Carlos Villalba / Escobar – Buenos Aires

– ¡A esa mina la conozco!, dijo A cuando la vio venir caminando hacia “La Pérgola”.

Por aquel entonces, “el piropo” preferido por los muchachos que frecuentábamos el boliche era sentarse en la vereda y aplaudir, sin hacer ningún comentario, a todas las minas que pasaban (y que estaban buenas).

Aquel homenaje a la belleza de turno, por lo general, provocaba una sonrisa de agradecimiento, aunque alguna se sonrojaba o apuraba el paso.

A aquella mujer que se acercaba, lejos de sorprenderla, el aplauso pareció estimular su andar.

Moviéndose al estilo de una estrella de cine, saludó elegantemente con una sonrisa y ante la sorpresa de todos, entro al boliche.

A esta mina la conozco, repitió A.

II

– No puede ser… rezongaba Juanqui mientras servia el café. Todos los colifas vienen a parar a este lugar…

– ¿Que pasa Juan?, preguntó B.

– Esta mina esta loca…. dice que es Betty Boop.

– Ahhh…. ¿No te dije que la conocía?, dijo A.

– ¿Y  quiere actuar en “La Pérgola”…? Dice que canta y baila, agregó Juanqui.

– Y que cante… total…, dijo B, encogiéndose de hombros.

Aquel comentario denota el acostumbramiento al absurdo que teníamos todos los que frecuentábamos el bar.

Inmediatamente pasó a ocupar la piecita del fondo (la que sirvió de camarín y refugio a “Gomina”,  “Monsieur Lagaver”, “Roger” y a tantos artistas y muchachos que recalaban en “La Pérgola”).

Al otro día, un cartel anunciaba: “De Hollywood a Escobar  – Betty Boop”.

En un lugar donde lo disparatado parecía no tener límites, no dejó de sorprender un solo día.

Cantaba, hablaba y se movía como si fuera realmente el personaje de Max Fleischer.

La noche de su debut fue increíble, habían cortado la luz por falta de pago y “Juanqui”, haciendo gala de su inagotable creatividad, inmediatamente colocó un cartel: “Hoy, Gran Show a la luz de las velas”.

En la puerta, él mismo iba entregando a cada persona que llegaba una rosa y una vela encendida con la que tenía que ir hasta su mesa.

Así, con ese marco “chic” que la necesidad había creado, debutó con un éxito extraordinario la inolvidable Betty Boop.

Aquel recurso escenográfico  siguió utilizándose aún después de haberse pagado la factura.

Si algún día se construyera ahí (como alguien propuso alguna vez), donde estaba “La Pérgola”, el Boulevard de las Estrellas o el Paseo de la Fama (como en Hollywood, donde las estrellas tienen su nombre y las manos grabadas en el cemento) nuestra “Betty Boop” tendría el lugar más destacado.

III

De todos los personajes que dejaron su huella en el lugar, Betty Boop fue, a mi entender, el mas frágil y necesitado de cariño.

En poco tiempo se ganó el afecto de todos, cosa que no perdía oportunidad de agradecer.

– Bienvenidos a casa, decía cada vez que iniciaba su espectáculo. Les voy a dar mi corazón… ¿Ustedes me van a dar su amor?, preguntaba mimosa y suspirando profundo agregaba: Aire que sobra… por alguien que falta, y comenzaba a cantar.

Tenía tanta ternura, simpatía y calidez aquella mujer, que en un lugar como “La Pérgola”, donde siempre se privilegió lo humano, cualquier crítica que pudiera hacerse a su show era inmediatamente superada o disculpada por esa condición.

IV

Al tiempo comenzaron unas largas y enternecedoras charlas telefónicas con un hijito que la esperaba, al que prometía mimar todo el tiempo, cuando regresara a casa.

Aquellas conversaciones no hubieran tenido nada de extraordinario sino fuera que el teléfono aquel llevaba varios meses inhabilitado por falta de pago.

Todos conocían aquel detalle, pero nadie se atrevió a hablar. Cada vez que levantaba el tubo, cada uno seguía con lo suyo como si no escuchara.

Cuando parecía que sería posible sostener aquella simulación indefinidamente, apareció el viejo Biondi y, al observar la escena, dijo con su enorme vozarrón.

– Ja, me quieren hacer creer que después de 6 meses pagaron el teléfono…

Betty Boop quedó paralizada. Se hizo un silencio sepulcral, profundo, tenso, tan incómodo que parecía interminable. Aquel clima fue interrumpido por Juanqui, que aprovechando el único sonido que se oía, dijo:

– Che Roger… te dije que arregles esa canilla, esa gotera me está volviendo loco, exageró.

Como un autómata, Betty Boop colgó el teléfono y se dirigió, caminando lentamente, a la piecita del fondo, donde toda la tarde se la escuchó llorar.

Esa noche, en su show se la notó muy triste, como desgarrada por tener que partir “en una gira organizada hacia mucho tiempo”.  Y aunque prometió volver, todos tuvimos la sensación de que jamás volveríamos a verla.

Al bajar del escenario pasó entre todos los que la aplaudíamos (esta vez, afectuosamente y con respeto) como si no nos viera (parecía Gloria Swanson en el final de “El ocaso de una vida”) y se perdió en la noche, mientras los aplausos seguían sonando.

Al otro día, el “Chivo” trajo una noticia que nos conmovió: “Anoche el tren mató a una mujer -dijo-, dicen que iba llorando”.

Nos quedamos en silencio, sin saber qué decir.

– Voy a arreglar la canilla, dijo Roger.

Fin

Por Juan Carlos Villalba / Escobar – Buenos Aires

Yael Duckwen

Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipisicing elit, sed do eiusmod tempor incididunt ut labore et dolore magna aliqua. Ut enim ad minim veniam, quis nostrud exercitation ullamco laboris nisi ut aliquip ex ea commodo consequat. Duis aute irure dolor in reprehenderit in voluptate velit esse cillum dolore eu fugiat nulla pariatur.

Compartir
Publicado por

Entradas recientes

Escobar intimó a Edenor y prepara una demanda colectiva por los cortes de luz

El Municipio reclamará ante el ENRE y el Defensor del Pueblo por la falta de…

17 julio, 2024

Quién es Milo Zeus Lis: el joven actor escobarense que deslumbra en Goyo

La nueva estrella de Escobar brilla en una de las películas más vistas de Netflix…

17 julio, 2024

La escobarense Malena Galván consiguió dos medallas en el Sudamericano U20

Ganó medalla de plata en las postas de 4x400 metros, femenina y mixta. Además, fue…

17 julio, 2024

Rescatan a un lobo marino desorientado en el río Paraná de las Palmas

Personal de Prefectura Naval y de la Fundación Temaikén salvaron al animal y lo trasladaron…

17 julio, 2024

Un sueño hecho realidad: bomberos voluntarios de Matheu amplían el cuartel

Gracias a la ayuda de la comunidad, los miembros del destacamento inauguraron el pasado 9…

17 julio, 2024

Qué es Green Style II, el nuevo complejo de condominios de la ruta 26

El proyecto residencial de la empresa Portland acompaña la transformación del corredor vial entre Maschwitz…

17 julio, 2024

stiky