A 10 años de un crimen estremecedor: el secuestro y asesinato de Matías Berardi

Fue un caso que conmocionó al país y especialmente a Ingeniero Maschwitz, donde vivía. Los diez imputados fueron condenados, cinco de ellos a prisión perpetua. Pero ninguno declaró. “No podemos entender la frialdad con la que actuaron”, afirma su madre.

lunes 05 febrero, 2024

Adolescente. Matías tenía 16 años. Había logrado escapar, pero lo recapturaron y después lo mataron.

Fue un caso que conmocionó al país y especialmente a Maschwitz, donde vivía. Los diez imputados fueron condenados, cinco a prisión perpetua. Pero ninguno declaró. “No podemos entender la frialdad con la que actuaron”, afirma su madre.

A 10 años del crimen de Matías Berardi, el adolescente de 16 años que fue secuestrado en Ingeniero Maschwitz y asesinado de un balazo en Campana, su madre aún no encuentra una explicación y pidió la posibilidad de hablar con alguno de los diez condenados para preguntarles si lo hicieron «por odio» u «otro motivo». Y para que le cuenten cuáles fueron las últimas palabras de su hijo.

«¿Por qué mataron a un chiquito de 16 años? Lo golpearon, lo trasladaron setenta kilómetros, él llorando y pidiendo que no lo maten y ahí lo fusilaron. Esa imagen y la frialdad con la que actuaron, no la podemos entender», dijo a Télam María Inés Daverio, la madre de Matías.

A una década de un crimen que conmocionó al país en una época donde ya no eran frecuentes este tipo de secuestros extorsivos, en los que se trasladaba a una víctima a un lugar de cautiverio y mucho menos que termine asesinada, como ocurrió con Berardi, su familia manifestó la «necesidad» de que «se lo recuerde».

A la hora de describirlo, su madre dijo que «Matías era un chico muy solidario, tenía un montón de compañeros, estudiaba, era deportista, jugaba al rugby y tenía un corazón inmenso».

«Mucha gente lo recuerda por su bondad. Lo extrañamos mucho», agregó María Inés, quien dejó de ser docente para trabajar en el Programa de Asistencia a la Víctima, estudia consultoría psicológica para ayudar a esas familias de una manera más profesional y dedica gran parte de su tiempo a acompañar en su recuperación a otro de sus hijos, que padeció un grave problema de salud.

Con 16 años, Matías era el mayor de cuatro hermanos y cursaba el quinto año –le faltaba uno más para terminar la secundaria- del colegio Saint George de Escobar, cuando la madrugada del 28 de septiembre de 2010 regresaba de una fiesta de egresados en Capital Federal y se bajó de una combi en Panamericana y ruta 26 para volver a su casa, en Ingeniero Maschwitz.

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Según surgió de la investigación, Matías fue secuestrado allí por una banda integrada por un clan familiar –matrimonio, hijas, cuñados y amigos involucrados-, que lo eligió por su «ropa cheta» (ver nota acá) y al que se referían como el «chancho de América» en los mensajes que se mandaron.

Lo llevaron cautivo a la casa del jefe de la banda, el herrero uruguayo Richard Fabián Souto, en avenida Sarmiento 407 de Benavídez, partido de Tigre, y empezaron los llamados extorsivos a los padres de Matías, en los que exigían un rescate de 30.000 pesos.

«Siempre hicimos lo que nos dijo la policía, que al principio dudaba de si era un secuestro verdadero o virtual. Pero yo escuché y reconocí en el primer llamado a Mati, que tenía una voz particular y gritaba ‘¡mamá, mamá!’. Me dijeron: ‘¿Querés volver a ver a tu hijo?’. Y ahí empezó una escalada de pedidos de dinero», recordó María Inés.

Matías fue encerrado, atado y vendado en el baño del taller del herrero, pero tras pasar 14 horas cautivo, el adolescente logró escapar, salió a la calle y pidió ayuda entre los vecinos, a quienes les dijo que lo tenían secuestrado. Sin embargo, no logró que nadie lo refugiara.

Mientras Souto y su concuñado Facundo Maidana –otro miembro de la banda- lo persiguieron con un auto y lo recapturaron a dos cuadras, en las puertas del cementerio de Benavídez, las mujeres de la familia salieron a la calle a decirle a los vecinos que era un ladrón que había intentado robarles.

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«Él tuvo la fuerza para escaparse y esa imagen nos mata. Se quiso subir a un remís y el chofer se asustó. En el barrio no lo ayudaron porque salieron las mujeres gritando que era un ladrón. La policía pasó por el lugar, hizo luces y se fue», relató Daverio.

La fuga y el hecho de que vio el lugar y los rostros de algunos de sus secuestradores fueron, según los investigadores, el motivo por el cual la banda decidió asesinarlo.

«Pero todo el barrio los vio, a ellos y a Matías corriendo. Hubiera sido más fácil para ellos dejarlo. Teníamos decidido pagar. No logramos entenderlo», señaló la madre de la víctima.

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Cuando los secuestradores ya habían decidido asesinarlo, llamaron por última vez para saber cuánta plata había reunido la familia, que exigió una prueba de vida que nunca llegó.

El cadáver de Berardi fue hallado al día siguiente en un camino de tierra a 300 metros de la ruta 6, en Campana (ver nota acá).

Lo asesinaron de un tiro con una pistola 11.25, que ingresó por el omóplato derecho y le ocasionó la muerte.

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«¿Cómo pudieron matar a un chico? A sangre fría, arrodillado y lo golpearon antes de ejecutarlo. Todo lo que pasó fue muy terrible», expresó la madre de Matías. El asesinato causó una profunda consternación en la comunidad escobarense, que se vio reflejada en la multitudinaria marcha en reclamo de justicia que se realizó días después en Ingeniero Maschwitz (ver nota acá).

María Inés aseguró que en alguna oportunidad intentó, pero no tuvo la posibilidad de hablar con los condenados por el crimen de su hijo, que en total son 10 y todos cumplen penas confirmadas, cinco de ellos a prisión perpetua (ver nota acá).

«El dolor nunca cesa, pero en nuestro caso tuvimos una respuesta de la justicia. Están condenados y eso ayuda a intentar rehacer la vida», reflexionó.

«Nunca declararon. Por eso yo pido que alguno me explique por qué tomaron esa decisión. ¿Qué pasó? Me gustaría que fueran sinceros, que me digan si tuvieron algún tipo de complicidad con la policía. Me gustaría saber cuáles fueron las últimas palabras que dijo Mati, cómo fue su último minuto», señaló Daverio.

«Si no -concluyó-, uno se sigue preguntando cosas o imaginando detalles y a veces es mejor saber la verdad. ¿Por qué lo mataron? ¿Escuchó algo? O, en definitiva, si fue por odio o resentimiento, que lo reconozcan. Eso nos daría un poco más de paz», concluyó, afligida, a diez años de una herida que la acompañará por siempre.