La maldición de los tordos: Excremento y olores nauseabundos en la calle Rivadavia

Aparecen al atardecer, sobrevolando las inmediaciones de la terminal con coreografías admirables. Pero dejan las veredas plagadas de una pestilencia insoportable, en una zona de comercios y paradas de colectivos.

lunes 05 febrero, 2024

Secuelas. Veredas salpicadas de excremento y aguas servidas en los cordones de la calle Rivadavia.

Aparecen al atardecer, sobrevolando las inmediaciones de la terminal con coreografías admirables. Pero dejan las veredas plagadas de una pestilencia insoportable, en una zona de comercios y paradas de colectivos.

Comerciantes, vecinos y transeúntes de la calle Rivadavia, en Belén de Escobar, están desesperados y ya no saben qué hacer. Cada vez que anochece, bandadas de tordos se adueñan del espacio aéreo y dejan la zona plagada de mugre y olores nauseabundos con sus excrementos.

Cada verano sucede lo mismo: esta especie de ave gregaria aterriza en las inmediaciones de la terminal y utiliza la copa de los árboles de la transitada calle Rivadavia para morar hasta elegir un nuevo destino de migración.

Si bien el vuelo de la bandada es un espectáculo digno de apreciar -de hecho, es común ver gente en las veredas observando y registrando con sus celulares el coreográfico andar de las aves-, su presencia afecta de manera negativa el paisaje habitual y genera el malestar de las personas que allí viven, trabajan o transitan.

La principal secuela es la enorme cantidad de excremento que dejan en las remozadas veredas, principalmente entre las calles Spadaccini y Estrada, donde la presencia de árboles es mayor. “No se puede caminar de la mugre que hay. Además, en las paradas de colectivos se hace insoportable esperar, no solo por el nauseabundo olor sino porque llueve excremento desde lo alto de los árboles”, denunció una vecina en las redes sociales.

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“Vi a chiquitos que estaban esperando el colectivo tapando sus naricitas para no sentir el olor”, agregó la mujer sobre el otro efecto colateral de la indeseada visita de los tordos, que al igual que otras especies de garrapateros no construyen nidos sino que depositan sus huevos en los de otras especies.

Asimismo, como consecuencia de la mugre y la pestilencia que dejan a su paso estas aves, los comerciantes deben baldear todos los días la vereda. Usualmente llevan el agua sucia hacia la cuadra siguiente, generando cierto malestar con sus propios colegas.

“Ya nos entendemos, porque todos hacemos lo mismo desde hace años. No nos queda otra”, reconoció un comerciante a El Día de Escobar.

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Una posible solución a ese problema particular sería entubar los sumideros hasta el arroyo El Tajamar, algo de lo que se habló hace unos cuantos años, pero solo quedó en palabras.

“Ya que hicieron la puesta en valor de la Rivadavia, también se hubieran ocupado de esto. Esta plaga de pájaros la sufrimos todos los años desde que tengo memoria”, criticó otra vecina, al mismo tiempo que sugirió una medida para atenuar el histórico conflicto con los tordos: “Que usen el camioncito con el que lavan las veredas de la plaza para hacer limpieza acá”.

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Por su parte, a mediados de mes la Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Escobar envió una nota al coordinador de la UGC Nº1, Leonardo Sequeira, exigiendo una “pronta solución” para que este problema “no continúe incrementándose en mayores espacios, lo cual generaría aún más inconvenientes y costos de erradicación”.

Pese a los métodos que ya probaron los comerciantes para espantarlos, desde alarmas con sonidos que imitan a los de un ave rapaz hasta petardos y reflectores, hasta ahora nada ahuyentó a estos pájaros. Así como tampoco funcionan las podas correctivas que realiza todos los años la Comuna, ya que las ramas de los añosos árboles vuelven a crecer y los tordos encuentran allí nuevamente su hogar provisorio.

Por todo esto, para muchos vecinos y comerciantes de la calle Rivadavia hay una sola solución posible: talar y retirar los centenarios plátanos de todo ese trazado. Una medida que de tan polémica se presume muy difícil de aplicar.

Por Damián Fernández

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