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Localía débil. Armenio apenas ganó tres encuentros en su cancha en toda la temporada.
No tuvo regularidad a lo largo del torneo y terminó 14°, con 44 puntos. Además, acumuló una preocupante sequía de triunfos en Maschwitz. Mejorar o sufrir por la permanencia, las opciones de cara el futuro.
Lejos de la punta, lejos de los puestos del Reducido por el segundo ascenso y lejos de un rendimiento aceptable. Así fue el periplo del Deportivo Armenio en el torneo de la Primera C, que terminó el pasado sábado con el 1-2 ante Berazategui en Ingeniero Maschwitz.
Ni Pablo Molgatini ni José Villarreal, quien asumió el cargo de DT para la segunda rueda, pudieron torcer el rumbo de una campaña que en ningún momento generó grandes expectativas. El tricolor terminó 14º el campeonato, con 44 puntos en 38 partidos (10 triunfos, 14 empates y 14 derrotas).
Lo más alarmante de sus números es la magra cosecha de puntos en su estadio del barrio San Miguel: apenas 18, fruto de tres triunfos y nueve empates. De hecho, sumó todos sus éxitos caseros en los primeros cinco partidos y después nunca más pudo festejar ante su gente.
Las goleadas a domicilio ante Italiano (5-2) y El Porvenir (4-0), con apenas tres días de distancia y buenas actuaciones del delantero Federico Ortiz López -regresó a mitad de campeonato-, sirvieron para maquillar sobre el final a una floja temporada en la que obtuvo el 38% de los puntos en juego.
A pesar de llegar con ínfimas chances matemáticas de conseguir un lugar en el Reducido a falta de tres fechas para el final del campeonato, nunca consiguió un rendimiento sostenido y volvió a ver pasar el tren del ascenso.
Una frase trillada del mundo del periodismo deportivo ante situaciones adversas es “barajar y dar de nuevo”. Esa idea podría ser el norte para Armenio si quiere salir de la intrascendencia y volver a tomar el protagonismo que supo tener antaño. De lo contrario, otra mala campaña podría significar un riesgo desconocido a futuro: pelear por no irse a la D.
Por Alejo Porjolovsky
