Un tiempo, 45 minutos. Eso fue lo que duró el partido de esta noche entre Armenio y Morón. ¿Se suspendió el encuentro? No, fue en ese lapso que el local aprovechó la fragilidad de su rival para sacar ventaja y en la segunda etapa, con cierta ayuda del árbitro, liquidar el trámite. Fue 3-0 el triunfo de los de Blas Armando Giunta, ante un conjunto de Maschwitz que no levanta cabeza.
La escuadra del barrio San Miguel tuvo un mejor arranque. Tocando la pelota y moviéndola por todo el ancho del campo, los muchachos de Federico Domínguez domininaron la parte inicial del juego y tuvieron acercamientos frecuentes al arco defendido por Sebastián Peratta.
El equipo de la colectividad mostraba una cara favorable en ataque, pero, casi como si manifestara una crisis de personalidad, en la defensa era todo lo contrario. Abundaban los pelotazos a cualquier lado y los locales -vestidos de negro para la ocasión- explotaban muy bien el carril izquierdo defendido por Luciano Nebot.
Hasta allí, pocas cosas pasaban en el Nuevo Francisco Urbano y el partido moría en la intrascendencia, pero a los 33 minutos cambió todo: el referí marcó un penal inexistente de Armando Lezcano sobre Gerardo Martínez y fue Damián Akerman, el eterno goleador de Morón, quien se encargó de señalar el 1-0.
Si Armenio algo había insinuado en los primeros minutos, el tanto inicial del Gallo terminó apagando su fuego ofensivo y dándole un golpe de nocaut. Como en tantas otras ocasiones, el tricolor comenzaba perdiendo y el impacto era evidente.
Ausente y falto de hambre, el equipo de Maschwitz se vio superado por un rival no muy superior, pero notoriamente mejor en el aspecto anímico desde que Giunta está sentado en el banco de suplentes (aún no perdió desde su llegada).
Sobre el final de la primera etapa, Federico Domínguez -tocayo del entrenador armenio- subió con la pelota y encontró a Akerman, que, con una sensacional volea clavó el 2 a 0.
El complemento fue un ejemplo de poca lucidez por ambos lados, en un partido que parecía sentenciado. Morón atacó tibiamente a un Armenio vencido psicológica y futbolísticamente por lo que estaba pasando.
Cuando parecía que ya estaba todo dicho, el árbitro Carreras hizo nuevamente de las suyas y cobró otro penal inexistente, esta vez por parte de Germán Oviedo, que se fue expulsado.
Al haber hecho los tres cambios, fue el zaguero Mathias Buongiorno el que se calzó el buzo de arquero y sorprendió al atajar el tiro de Páez, aunque en el rebote el mediocampista convirtió el tanto definitorio.
Morón venció con justicia y errores arbitrales favorables a un Armenio inexpresivo y débil, que no sabe reaccionar ante los golpes y sufre más de la cuenta. Así, el equipo dirigido por Federico Domínguez sufrió su tercera derrota al hilo y sigue estancado con 17 puntos en una zona B de la B Metropolitana en la que el camino a un posible Reducido se le hace cada vez más lejano.
Por Alejo Porjolovski