El trágico temporal dejó más de 50 muertos y una conclusión: Estamos solos

Reflexiones sobre la tormenta que azotó a Capital Federal y Gran Buenos Aires dejando un escalofriante saldo de víctimas fatales y daños. Por Florencia Alvarez.

lunes 05 febrero, 2024

Llevo más de 24 horas prendida a la tele. He visto las cosas más espantosas: desde una señora que murió en vivo sentada en un sillón que flotaba en medio de una calle de La Plata hasta gente en un barrio muy pobre a la que estaban invadiendo las ratas. Los testimonios son espantosos. Y eso que el miedo es difícil de expresar en palabras. Pasar la noche arriba de un techo, agarrado de una reja para que no te lleve la corriente, colgado de un árbol para que el agua no te tape, pensando que en cualquier momento morís ahogado.

Fea la desprotección, la indefensión y la impotencia.

La viví en carne propia (mucho más leve) en diciembre pasado, cuando la caída de un árbol me dejó varada en mi casa, sin luz ni agua ni teléfono, y sin poder salir porque habían caído cables de luz y teléfono en la puerta. Y, obviamente, sin nadie que se acercara a preguntar si necesitaba algo. Al día siguiente sólo los bomberos llegaron; a los “organismos municipales” y a empresas como Telecom (que tardó tres semanas para venir a levantar el poste que cortaba la calle) “les colapsaron las líneas”. Gracias a esa experiencia puedo imaginar mínimamente la desesperación de tanta gente.

Es la naturaleza, contra eso no hay nada que hacer. Pero hace décadas que se habla del cambio climático. Desde los científicos más prestigiosos hasta Lily Sullos vienen avisando que desde Centroamérica hacia abajo vamos a quedar bajo agua. ¿Tanto costaba barrer las hojas? Seis días de otoño en las calles había el lunes a la noche en Capital. Yo lo vi y pensé: “Si llueve como estaba lloviendo en Maschwitz, esto es un desastre”. Simple sentido común.

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Sigo mirando la tele y leen la fría lista de muertos… Pero la realidad es que a una señora la aplastó una heladera, un hombre murió llevando a su perro al veterinario cuando quedó atrapado en la correntada, otro está despellejado entre un árbol y un auto, una viejita de 88 murió en el hall del edificio, intentando escapar del agua… hacia el agua. Son más de 50 en total (que sabemos, porque son muchos más) que en 48 horas murieron en una situación desesperante.

Mientras…. Macri estaba en un lujoso mil estrellas de Brasil y los maquilladores no sabían cómo hacer para disimular su tostado cuando volvió a Buenos Aires y tuvo que enfrentar a las cámaras. Miren el gesto raro de cuando habló ayer y hoy: no es cirugía ni preocupación, es el maquillaje blancusco sobre su tostado caipiriño. ¿Con Bruera? Que parece que también estaba tomando caipirinhas en Brasil mientras alguien se hacía pasar por él en su cuenta de Twitter.

Como dicen ellos, no es momento de echarse culpas. No hay culpas que echarse porque nadie está. Los políticos están en otra, muy lejos de nosotros y esperando, como nosotros, que las aguas bajen, y que un tema tape al otro para así silenciar a los que “perdieron todo”, algo que suena tan trillado.

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Pero imaginen, perderlo todo. No la vida, la vida se va y mejor para ellos que los muertos quedan mudos. Imaginen PERDERLO TODO, quedarse con lo puesto y con las paredes del lugar donde vivís llenas de MIERDA. Cierren los ojos, imaginen…

Fea la impotencia. Fea la incomprensión. Feo tener que empezar de nuevo, que es fácil decirlo pero casi imposible hacerlo. Entendamos, cada subsidio, cada préstamo a “tasa cero”, “con 3 meses de gracia”, “por 8,15.40, 60 mil pesos”, son negocios para ellos. A río revuelto, ganancia de pescadores.

No paro de agradecer el haber estado durmiendo tranquila y que no me haya tocado. No paro de llorar por tanta tristeza. No paro de pensar que estamos SOLOS. Pero nosotros, que estamos solos, no dejemos tan solos a los que están solos.

Mañana todos los medios hablarán del ataque que prepara Corea del Norte hacia Estados Unidos. No nos dejemos enceguecer. No nos olvidemos de lo que está pasando acá. Que aunque las aguas bajen, los dramas quedan.

Por Florencia Alvarez
Periodista de EL DIA de Escobar y revista DIA 32