Son los sueños todavía

Una mirada crítica y, a la vez, esperanzadora sobre la rescisión del contrato con TBA. Por Jorge A. Derra.

lunes 05 febrero, 2024

La agenda de este gobierno está llena de sueños, de las charlas de café.

El gobierno nacional ha decidido rescindirle el contrato a la empresa TBA en los ramales Mitre y Sarmiento. Al mismo tiempo, puso las concesiones dentro de la órbita del UGOFE, una sociedad mixta entre el Estado y dos empresas privadas: Metrovías y Ferrovías. No se puede emitir juicio sobre esta decisión sin contextualizarla. No tendría sentido hacerlo.

Quienes apoyan la medida deberían detenerse en dos cuestiones. Una, de carácter específico: al menos una de las empresas privadas que participa en la UGOFE –Metrovías- está cuestionada, poco más, poco menos, en los mismos términos que TBA. Es decir, la falta de inversiones que derivan en falta de mantenimiento y nivel de seguridad en la prestación del servicio de subterráneos.

La otra cuestión es que ante la problemática del sistema de transporte en general, y del ferrocarril en particular, esta no solo es una medida parcial e insuficiente, sino también inconducente por sí sola. De nada sirve esta rescisión si no es en el marco de una fuerte vocación política por recuperar el sistema ferroviario nacional, con una visión integradora y de largo alcance.

Para quienes desde distintos ámbitos de oposición pretenden minimizar la decisión tomada, vaya la frase del copete de esta nota.

No es para nada menor que la cuestión ferroviaria se haya metido definitivamente en la agenda del gobierno, por más que ese arribo esté enlutado por el trágico accidente de Once. Eso no le quita importancia a la decisión tomada.

Contextualizar el problema ferroviario significa, además de enunciar las restricciones a las argumentaciones de eufóricos y pesimistas, describir los escenarios vigentes a los cuales se llegó gradualmente y de tal modo se debe salir.

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Un sistema ferroviario que viene siendo desmantelado desde hace más de 30 años no se recupera con voluntarismo y discursos acalorados.

La problemática ferroviaria tiene dos planos de acción que son equiparables a la vieja antinomia entre lo urgente y lo importante. Por un lado, es urgente solucionar un sistema de transporte, fundamentalmente de acceso a Capital Federal, que está colapsado.

El 50% de las personas que ingresan a Capital Federal lo hacen en automóviles particulares, el 25 % lo hace en micros y colectivos y el otro 25 % corresponde al ferrocarril. Esta matriz elemental genera una situación crítica que se encuentra literalmente colapsada, en su infraestructura vial, por lo que un viaje desde Escobar a Buenos Aires, que con la ampliación de la Panamericana se publicitaba de una duración de 30 a 40 minutos, puede llegar a requerir una o dos horas, siempre y cuando no se produzca ningún accidente que termine deteniendo el tránsito por varias horas.

Esta realidad es padecida por automovilistas y pasajeros de colectivos y también de las denigrantes líneas ferroviarias que acceden a Capital Federal.

Esta es una de las caras de “el problema ferroviario”, es lo urgente, está encarnado en el padecimiento del ciudadano común, es inmediato, casi epitelial y por ello para el pueblo requiere de una importancia, al menos similar, a la que se da a la matriz energética. Por eso, no es descabellado pensar que los sectores más vulnerables de la sociedad tienen sus ojos puestos más en el ferrocarril que en la matriz energética, o en YPF concretamente.

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Por si todo esto fuera poco, hay otra dimensión de la “cuestión ferroviaria” que excede lo urgente y se mete en las profundidades de lo importante, porque es de vital importancia que se exprese sin eufemismos el carácter estratégico del ferrocarril.

En primer término, habrá que cerrar la dualidad con YPF, la incidencia que el desarrollo ferroviario tendrá en la matriz energética, en la preservación de recursos y en la liberación de gases de combustión a la atmósfera.

Como aspecto fundamental de toda esta cuestión aparece la imprescindible centralidad que debería tener el sistema ferroviario en la integración territorial del país, su aporte a la búsqueda de alternativas más justas en los esquemas de desarrollo regional, no solo el impacto sobre la consolidación de la soberanía nacional y la forma federal de la Nación, también su aporte a una matriz de distribución de las riquezas más justa, tanto geográfica como social y políticamente.

Por todo lo expresado, la inclusión de la cuestión ferroviaria en la agenda de los sueños no debe ser descontextualizada. Ni por quienes, eufóricos, no alcanzan a ver más allá de la mera mención de lo urgente, ni por quienes, escépticos por elección, se niegan a dimensionar las enormes implicancias de la decisión tomada y que es necesario abordar para profundizarla. Cada uno desde su lugar, el Estado, los empresarios, los trabajadores y, sin ninguna duda, también nosotros, los usuarios, que no podemos dejar de estar presentes, en este momento de sueños agendados.

Por Jorge A. Derra