Malvinas, treinta años…

De la guerra y la desmalvinización, al renovado reclamo soberano con apoyo internacional. Por Jorge A. Derra.

lunes 05 febrero, 2024

Treinta años pasaron desde la guerra de Malvinas y esta causa sigue siendo un estigma para la sociedad argentina, que aun se niega a abordarla en su integridad. Dos sectores sociales parecen ser los que han tomado esa bandera: por un lado los veteranos de guerra, con la autoridad que su condición les da; y, por otro lado, cierta derecha atávica. La izquierda y el mal llamado progresismo, como suele suceder, no han tenido el coraje de tomar Malvinas como una causa nacional.

Pero sin duda Malvinas es algo mucho más complejo y abarcador que la disputa entre derechas e izquierdas.

Una semana antes de las elecciones de octubre de 1983, la columna editorial del diario Clarín, firmada por Joaquín Morales Solá, plantea la siguiente situación: “Nunca EE.UU tuvo tan a mano la posibilidad de influir en el resultado electoral de nuestro país. Bastaría que el Departamento de Estado señale a uno de los dos principales candidatos (Luder y Alfonsín) como su favorito para que el rival obtenga una victoria contundente.”

No existió tal señalamiento, Alfonsín obtuvo una victoria contundente, pero… ¿qué expresaba la editorial de Clarín? Reflejaba el estado de ebullición social que se vivía, el elocuente sentimiento antinorteamericano y anticolonialista, gestado a partir de la cuestión Malvinas en la sociedad Argentina, la dinámica del fin de época, la salida de la dictadura, estiraba el análisis mas allá, permitía comprender la responsabilidad histórica de los EE.UU en los golpes militares en América Latina y su complicidad con las dictaduras.

Esta dinámica se ve agitada por la campaña electoral y llega al borde de un estado insurreccional de las bases profundas de la política local, se comienza a visualizar al enemigo.

Una vez en el poder, el alfonsinismo da lugar a la primera estrategia política de la democracia sobre Malvinas, estrategia que se mantendría por más de 20 años. Es lo que conocemos como “desmalvinización” de la sociedad.

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Una estrategia diplomática, política y social. Tenía como objetivo eliminar Malvinas, hacerla desaparecer de la agenda regional, de la política nacional y de la memoria colectiva de la sociedad. Era necesario que nos olvidáramos del dolor de Malvinas para poder restablecer las relaciones con el gran amo del norte, para eliminar el sentimiento antinorteamericano.

En este contexto, quedan aun ardiendo en la memoria las imágenes de los veteranos de guerra, heridos, mutilados, con secuelas físicas y psíquicas, tirados en las esquinas mendigando, con una tarjeta del ministerio colgada al cuello que lo identificaba como combatiente y lo habilitaba a… ¡pedir limosna!

Los veteranos, la guerra y la causa Malvinas en general pasaron a ser una mueca horrible que todos preferíamos evitarnos, esquivar, esconder. Eso es la desmalvinización de la sociedad, que no fue un proceso vano, tenía un objetivo político: desactivar el sentimiento antimperialista, la mirada reprobadora del colonialismo Inglés y la complicidad yanqui. Debíamos reinstalarnos en el mundo y para ello fue necesario desmalvinizar, la sociedad, la política y la diplomacia.

Este criterio, pergeñado por el alfonsinismo, desarrollado hasta la sofisticación de los ositos Winie Poh por el menemismo, fue la base, el punto de partida para las relaciones carnales.

Quien suscribe este escrito hasta el día de hoy no había podido desprenderse de cierto sentimiento de culpa, de vergüenza, de deshonestidad intelectual ante la causa Malvinas y terminaba escapándose del tema sin tener la suficiente lucidez para abordarlo.

La realidad actual parece caminar por otros senderos, es una de las grandes transformaciones establecidas por este gobierno, que decidió desandar el camino del destrato y lo interesante es que la política actual sobre el tema no se restringe a la simple remalvinización de la sociedad argentina.

En efecto, a la vista está de quienes quieran ver que la estrategia del kirchnerismo sobre Malvinas impone un concepto político y diplomático mucho más amplio que eso: no se trata solo de malvinizar Argentina, se está tratando de “latinoamericanizar” Malvinas, transformarlas en una política común a toda el subcontinente, incluso países que nunca se hubiera pensado como Chile y la Colombia de las bases norteamericanas en su territorio.

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Este tal vez sea el mayor logro diplomático del país en mucho tiempo: extendió el alcance de su diplomacia mucho más allá de las fronteras físicas el país, como quedó demostrado con la decisión del presidente peruano de impedir el ingreso de una fragata inglesa en mérito a la necesidad de honrar la decisión tomada por los países miembros de la UNASUR.

La oposición política del país ha tenido en este punto una dignidad que es necesario recalcar: no solo ha aprobado la formal “Declaración de Ushuaia” sino que en términos generales está acompañando la posición del gobierno sobre este punto, en todos los foros, tanto los internos como los internacionales, no es poca cosa.

La causa Malvinas parece andar un camino casi inesperado por muchos de nosotros, no es para enloquecer de alegría pero sí reconocer el cambio cualitativo en la política exterior, ligado a la estratégica política internacional del kirchnerismo, privilegiando las relaciones regionales y auspiciando la construcción de un sólido bloque regional.

Frente a esto, claro, queda preguntarse cómo se condicen la política con respecto a Malvinas con otras decisiones que van en el sentido contrario, como, por ejemplo, la autorización que el gobernador del Chaco, con la anuencia del gobierno nacional, dio a las incursiones militares de EE.UU en esa provincia, o la forma cada vez menos velada de colonialismo puro que toman las explotaciones mineras en la cordillera de los Andes.

Por lo pronto, si usted ve en estos días a algún veterano de Malvinas, anímese. Déle un abrazo, dígale gracias y pídale perdón. No está mal para empezar.

Por Jorge A. Derra