El efecto “prohibido fumar” en bares y restaurantes escobarenses

La “Ley Antitabaco” obligó a los fumadores a cambiar sus hábitos. El impacto de la medida a nivel local.

lunes 05 febrero, 2024

Ya no se puede fumar en ningún lado. La calle o las casas particulares son las únicas opciones para los fumadores, tras haber entrado en vigencia la Ley de Regulación de Publicidad y Consumo de Tabaco, que el 1º de junio fue aprobada por unanimidad en el Congreso Nacional.
La normativa determina la prohibición total de fumar en todo tipo de ambiente público, desde lugares de trabajo en general hasta medios de transporte de todo el país. Tampoco corren más los sectores de fumadores en bares y restaurantes, incluso aquellos cerrados y con sistemas de ventilación que funcionaron en los últimos años. Sólo está permitido fumar en patios, veredas, balcones y terrazas.
En una recorrida por bares y lugares de comida del centro de Belén de Escobar, la mayoría de los comerciantes y el público se mostraron satisfechos con la medida. Diego Cena es mozo en La Faustina y cuenta que los clientes no se han quejado: “Al contrario, el que quiere fumar se va afuera y todo el mundo está contento por no estar comiendo y al mismo tiempo aspirando el humo del cigarrillo del vecino”. Incluso, todavía no han puesto el cartel de prohibido fumar y a nadie se le ocurre prender un cigarrillo. “Antes los clientes se peleaban porque los no fumadores se quejaban de que les molestaba el humo, pero como se podía fumar los fumadores no apagaban el pucho”, agrega Diego.
Elsa Saragó fue a buscar a sus nietos a la escuela y los llevó a comer una pizza: “Ahora puedo estar tranquila de que nadie los va a molestar con el humo del cigarro. Al final, uno los cuida tanto en la casa manteniéndola libre de humo y salía a un restaurante y el aire estaba todo contaminado”, se alegra la abuela.
La dueña de la confitería María Pía, Isabel, dice estar agradecida, a pesar de ser fumadora: “No hemos tenido quejas, aunque nosotros contamos con un sector de mesas en la vereda que le da la posibilidad a quien quiera fumar de hacerlo afuera. De alguna manera hemos compensado, porque antes había gente que se iba porque el lugar no es muy grande y había mucho olor a cigarrillo”.
La que no está muy contenta es la dueña de Die Engel, Silvia Froy, porque su negocio funciona más como bar que como lugar de comidas y la gente que va a relajarse, a tomar un café o un trago y no puede fumar, prefiere quedarse en su casa. “Hemos sentido una baja en la cantidad de público desde la prohibición de fumar. Este es un lugar donde a la noche hay cena show y a nadie le gusta salir a fumar a la calle un sábado a las 2 de la mañana con este frío. La gente se queja porque viene a tomar algo y no puede fumar. Además, el nuestro es un lugar grande que está dividido y el humo no molestaba a quienes no fuman. De todas maneras no queda otra que respetar la norma, porque sino las multas las tenemos que pagar nosotros”, dice Silvia.
La ley es estricta
Las empresas tabacaleras ya no podrán utilizar expresiones como “light”, “suaves” ni nada que cause la falsa sensación de que el tabaco no es tan dañino. La ley tampoco permite que hagan publicidad, promoción o patrocinio de ningún tipo de actividad. Además, obliga a que en las cajas de sus productos se incluyan mensajes que alerten sobre los efectos nocivos del tabaco y que estos mensajes ocupen el 50 por ciento de los paquetes.
También se prohíben las máquinas expendedoras, porque no permiten verificar la edad del comprador, y la venta de cigarrillos por unidad.
Para quienes no respeten la ley, las multas se cobran en el equivalente al precio de venta al público de 250 a un millón de paquetes de cigarrillos de los de mayor precio del mercado.
En la provincia de Buenos Aires también deberá modificarse la ley 13.894, que permite fumar en salas de entretenimiento con superficies mayores a 400 metros cuadrados, centros de salud mental o de detención.
Es que el Gobierno le declaró la guerra al tabaco en un intento por mejorar la salud de todos. No sólo la de los fumadores, quienes cambiarán sus hábitos pero no están obligados a dejar de fumar, pero sí la de los fumadores pasivos, que se ha comprobado que pueden sufrir los mismos efectos negativos que quienes fuman activamente.
Cifras alarmantes
En el Ministerio de Salud aseguran que 40 mil argentinos mueren al año por consumo de tabaco y que otros 6 mil pierden la vida por aspirar el humo de las bocanadas ajenas. Cada enfermo puede terminar costándole una fortuna al Estado y es por eso que se implementan medidas para mejorar a salud. Por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires planean impedir la presencia de saleros en las mesas de los restaurantes como parte de la misma estrategia. Quién quiera agregarle sal a la comida, deberá pedírsela al mozo.
Una cuestión de salud, una cuestión de respeto al prójimo y de seguir una tendencia que día a día es más rigurosa en el mundo. Todos tienen derecho y pueden fumar si así lo desean. Pero a partir de la implementación de la ley, los que no cayeron en las garras del cigarrillo pueden respirar, ahora sí, aire puro.
En las puertas de los locales hay carteles que advierten la prohibición.

En las puertas de los locales hay carteles que advierten la prohibición.

Ya no se puede fumar en ningún lado. La calle o las casas particulares son las únicas opciones para los fumadores, tras haber entrado en vigencia la Ley de Regulación de Publicidad y Consumo de Tabaco, que el 1º de junio fue aprobada por unanimidad en el Congreso Nacional.

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La normativa determina la prohibición total de fumar en todo tipo de ambiente público, desde lugares de trabajo en general hasta medios de transporte de todo el país. Tampoco corren más los sectores de fumadores en bares y restaurantes, incluso aquellos cerrados y con sistemas de ventilación que funcionaron en los últimos años. Sólo está permitido fumar en patios, veredas, balcones y terrazas.

En una recorrida por bares y lugares de comida del centro de Belén de Escobar, la mayoría de los comerciantes y el público se mostraron satisfechos con la medida. Diego Cena es mozo en La Faustina y cuenta que los clientes no se han quejado: “Al contrario, el que quiere fumar se va afuera y todo el mundo está contento por no estar comiendo y al mismo tiempo aspirando el humo del cigarrillo del vecino”. Incluso, todavía no han puesto el cartel de prohibido fumar y a nadie se le ocurre prender un cigarrillo. “Antes los clientes se peleaban porque los no fumadores se quejaban de que les molestaba el humo, pero como se podía fumar los fumadores no apagaban el pucho”, agrega Diego.

Elsa Saragó fue a buscar a sus nietos a la escuela y los llevó a comer una pizza: “Ahora puedo estar tranquila de que nadie los va a molestar con el humo del cigarro. Al final, uno los cuida tanto en la casa manteniéndola libre de humo y salía a un restaurante y el aire estaba todo contaminado”, se alegra la abuela.

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La dueña de la confitería María Pía, Isabel, dice estar agradecida, a pesar de ser fumadora: “No hemos tenido quejas, aunque nosotros contamos con un sector de mesas en la vereda que le da la posibilidad a quien quiera fumar de hacerlo afuera. De alguna manera hemos compensado, porque antes había gente que se iba porque el lugar no es muy grande y había mucho olor a cigarrillo”.

La que no está muy contenta es la dueña de Die Engel, Silvia Froy, porque su negocio funciona más como bar que como lugar de comidas y la gente que va a relajarse, a tomar un café o un trago y no puede fumar, prefiere quedarse en su casa. “Hemos sentido una baja en la cantidad de público desde la prohibición de fumar. Este es un lugar donde a la noche hay cena show y a nadie le gusta salir a fumar a la calle un sábado a las 2 de la mañana con este frío. La gente se queja porque viene a tomar algo y no puede fumar. Además, el nuestro es un lugar grande que está dividido y el humo no molestaba a quienes no fuman. De todas maneras no queda otra que respetar la norma, porque sino las multas las tenemos que pagar nosotros”, dice Silvia.

La ley es estricta

Las empresas tabacaleras ya no podrán utilizar expresiones como “light”, “suaves” ni nada que cause la falsa sensación de que el tabaco no es tan dañino. La ley tampoco permite que hagan publicidad, promoción o patrocinio de ningún tipo de actividad. Además, obliga a que en las cajas de sus productos se incluyan mensajes que alerten sobre los efectos nocivos del tabaco y que estos mensajes ocupen el 50 por ciento de los paquetes.

También se prohíben las máquinas expendedoras, porque no permiten verificar la edad del comprador, y la venta de cigarrillos por unidad.

Para quienes no respeten la ley, las multas se cobran en el equivalente al precio de venta al público de 250 a un millón de paquetes de cigarrillos de los de mayor precio del mercado.

En la provincia de Buenos Aires también deberá modificarse la ley 13.894, que permite fumar en salas de entretenimiento con superficies mayores a 400 metros cuadrados, centros de salud mental o de detención.

Es que el Gobierno le declaró la guerra al tabaco en un intento por mejorar la salud de todos. No sólo la de los fumadores, quienes cambiarán sus hábitos pero no están obligados a dejar de fumar, pero sí la de los fumadores pasivos, que se ha comprobado que pueden sufrir los mismos efectos negativos que quienes fuman activamente.

Cifras alarmantes

En el Ministerio de Salud aseguran que 40 mil argentinos mueren al año por consumo de tabaco y que otros 6 mil pierden la vida por aspirar el humo de las bocanadas ajenas. Cada enfermo puede terminar costándole una fortuna al Estado y es por eso que se implementan medidas para mejorar a salud. Por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires planean impedir la presencia de saleros en las mesas de los restaurantes como parte de la misma estrategia. Quién quiera agregarle sal a la comida, deberá pedírsela al mozo.

Una cuestión de salud, una cuestión de respeto al prójimo y de seguir una tendencia que día a día es más rigurosa en el mundo. Todos tienen derecho y pueden fumar si así lo desean. Pero a partir de la implementación de la ley, los que no cayeron en las garras del cigarrillo pueden respirar, ahora sí, aire puro.