La versión completa de este artículo se encuentra publicada en la edición de junio de DIA 32 (disponible en todos los puestos de diarios y revistas del partido de Escobar). Para recibirla: suscripciones@dia32.com.ar.
Decir Malvinas tiene muchos significados para los argentinos. Y otros muy personales para aquellos héroes que, sin imaginarlo, transpiraron ansiedad, euforia, sorpresa, terror, dolor y resignación. Y esperanza, claro, la esperanza es lo último que se pierde.
Todo parece estar dicho institucionalmente sobre los sucesos que se iniciaron aquel 2 de abril de 1982, pero siempre hay cabos sueltos que no conviene recordar, como ese 14 de junio -el día de la rendición- y las secuelas que deja en los integrantes de una sociedad. El interés por esos aspectos llevó a DIA 32 a encontrarse con dos veteranos de la guerra de Malvinas, Miguel Antonio Lío y Jorge Roberto Castro, en un mediodía cálido para la fecha estacional.
La cita se torna amena rápidamente, porque pesa el apego por el pasado que los une. No tiene desperdicio escucharlos conversar como si fueran dos amigos que se vuelven a encontrar y recuerdan picardías de niños.
– Si las cosas se hubieran manejado distintas, no sé si se perdía la guerra, dispara Jorge.
– Pero tal vez para el país hubiera sido peor, porque no enfrentábamos solo a Inglaterra, advierte Miguel.
– Es verdad -repone Miguel-, peleábamos contra la OTAN. Pero lo peor fue que los nuestros, quienes tenían mayor rango, parecían una cosa y cuando estalló el conflicto nos defraudaron. Había algunos buenos, pero la mayoría no lo eran.
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